Hace mucho que camino este desierto azul violetazo, tan frondoso y silencioso, con preguntas sin respuestas.
Hace poco que perdí el mapa y no puedo salir.
La melancolía y yo hablamos por la mañana, hoy tenía un saco morado, el cual en el espejo relataba historias sin final.
Me contaba sobre hombres y mujeres, y otros tantos seres con tantas formas de vivir. Me contó sobre el estudiante que ante la ausencia se deprimió profundamente, o de aquel niño que vivía en la barrera, sobre el universitario, el violinista, sobre el guerrero y el pesimista. Me contó muchas cosas, la mayoría de ellas llenas de ese frío aire matinal.
Esta mañana cuando me levanté, quise dormir cinco minutos más, puse mis cobijas encima y me acurruqué.
A veces amiga melancolía, te necesito como confidente. Para contarte lo infiel que he sido a mí mismo, no sé ni que hago en la vida, ni para dónde voy. Nunca lo supe y no sé si algún día lo sabre.
Me contaste entre violetas la última historia, esta con final... la de alguien que no vencía a su oponente que venía siendo él mismo. Lloraste tres segundos, luego me sonreiste.
Amiga que difícil a veces ha sido para mí vivir.
martes, 19 de enero de 2010
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1 comentario:
Vicky
Acaso perder el mapa no es la mejor forma de hacer el camino que nos llevará a conocernos a nosotros mismos?
Todos en algún momento hacemos cosas que nos traicionan a nosotros mismos, y así seguimos aprendiendo de la vida y su hermoso trascender, desde el sencillo florecer del campo hasta el ruidoso rugir de la ciudad.
Abrazos.
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