Fotografía: Jesús Abad Colorado
Quise comprarlas.
Cuando me respondieron,
de inmediato reconocí el acento: sudamericano.
Decidí preguntarle al que me atendía desde dónde contestaba.
Me respondió que del país del Sagrado Corazón.
Quise saber dónde quedaba la tierra de nunca jamás,
alisté maletas y tomé un vuelo hacia territorios bananeros.
El aeropuerto era uno como cualquier otro.
Los pilotos tenían carros lujosos como en cualquier lugar del mundo.
A medida que avanzaba a conocer a los chicos
que me respondían avergonzados el teléfono,
pude notar que era un lugar verdaderamente especial.
Llegué a un gran edificio, el gerente hablaba un castellano
con golpe estadounidense.
Cientos de jóvenes respondían llamadas,
esto me recordaba mi viaje a China.
Eran felices y eficientes.
Vivían en una sociedad caótica pero con autoestima y deseos de triunfo.
Mi sorpresa vino cuando sobre un escritorio,
noté un ejemplar del Quixote.
Tenía banderitas de colores,
estaba subrayado...
Pude notar apuntes por doquier.
Se sentó un hombre con unas iniciales sobre la camisa: JP.
Qué lugar más maravilloso,
en sus tiempos libres los operarios leen a Cervantes.
Avancé sobre una calle ancha,
vi una gobernación cuyas paredes eran de papel.
Los institutos científicos agropecuarios también estaban hechos a base del mismo material.
Leves variaciones delataban qué institución era...
Me sorprendió de sobremanera esa técnica de origami.
Pero no había visto nada hasta el momento.
Cuando conocí la presidencia,
tuve que acercarme para constatar
que estaba construida con pergaminos olorosos.
Era sorprendente cómo mantenían estatuas suspendidas
sobre pliegues, cientos de visitantes caminaban sobre suelos
que no distaban mucho de sus periódicos.
La elegancia de las estructuras,
me enseñaron que inclusive en el uso de materiales económicos
hay sofisticiación.
Atendiendo a una invitación al Ministerio de Cultura,
en donde me otorgaron la nacionalidad,
como a Miguel Bosé.
Había un PhD de Harvard,
el cual hablaba sobre la locura.
Su rostro se me hizo conocido...
De no ser por su camisa,
no hubiera imaginado era el mismo sujeto del Call Center.
Confundida camino al aeropuerto,
pensé que era comprensible
que un literato reconocido,
atendiera llamadas de gorditas como yo.
Después de todo, es un país de papel.
El país del Sagrado Corazón.
Abrochado el cinturón,
sentada en el avión vi una figura cerca a los cerros:
Un sujeto que con una espada
desafiaba los edificios,
pero de eso escribiré después.