El azul del cielo se confundía con la oscuridad de las hojas. Cuando observó el primer rayo de luz, un corrientazo le recorrió el cuerpo. Era un hilo de oro sobre la hierba. Vio su reflejo mientras bebía de una fuente y descubrió que era un pájaro. Nubes amarillas brillaban en el oriente.
El disco dorado se levantó majestuoso y bostezó un amanecer. El pajarito copetón ansioso, agitó fuerte sus alas y voló con todas sus fuerzas hacia los cerros de la ciudad. Conoció el olor del smog, el caos de las calles, los amantes que hacen el amor en los parques, el rugido de Bogotá y una viuda con aretes de alejandras que visitaba a sus sobrinas.
Cuando llegó a la cima de Monserrate se sintió decepcionado y agotado. El cielo estaba rojo como si fuera la sangre de un amante muerto. La oscura soledad se acompañó de estrellas. Y los universitarios, seres desconsiderados, se iluminaban con el brillo de los ojos recostados al lado de la carretera.
Entre rancheras los borrachos oyeron un ave cantar a grito herido hasta la madrugada. Alcoholizado, Felipe rompió en llanto y brindó por una novia que había muerto de un paro mientras elevaba cometas en agosto.
La mañana siguiente Eduarda, una pequeña que iba al jardín, notó un copetón tendido en el suelo.Su madre la jaló de la manga.
La mañana siguiente Eduarda, una pequeña que iba al jardín, notó un copetón tendido en el suelo.Su madre la jaló de la manga.
La niña nunca olvidó la imagen. Aprendió que uno también se puede enamorar del sol.
...A Lalita, descansa en paz...