lunes, 30 de noviembre de 2020

El Cielo: De Astronomía y su Hermana Charlatana

Dicen los astrólogos que a los 28 años, aproximadamente, Saturno retorna a su posición natal. Saturno, dios del tiempo y para los charlatanes y estudiosos del cielo, representa el padre del karma: El viejo amargado, jerárquico y estructurado que busca poner a prueba a su gente. Frente a la astrología he recibido respuestas variopintas; la gente casi siempre se ríe. Lo cierto es que no es un ciencia. Sin embargo, sus rasgos arquetípicos y su extraña precisión me atraen.

Vine a Alemania con Lilith en la casa 8 (posición de la muerte) y el punto del infortunio en la casa 9 (la de los viajes de larga distancia). Y sí, todo fue así: Morir y viajar. Renacer, de cierta forma, aunque suene cliché. Me encontré bestias mitológicas (no más que humanos con corazones horribles), grutas oscuras, y sistemas anquilosados con estructuras anacrónicas (¿Cronos?). Y a medida que avanzaba mi viaje, los problemas improbables se agudizaban: Tormentas, pérdida de trabajo por un tema político, un jefe explotador, materias pesadas y difíciles de pasar. Luego llegó la pandemia, justo con Neptuno en piscis (¿coincidencia con la peste negra?).

Mauricio Puerta, una suerte de astrólogo de los poderosos en Colombia, le dijo a Luis Carlos Galán, quién coincidencialmente como yo, era libra ascendente libra, que los tránsitos le auguraban la muerte. Unas semanas después, Pablo Escobar Gaviria (el padre de lo mercurial), logró su cometido. El cuerpo de Galán yacía bajo el asombro de una multitud ¿se puede evadir el poder de un astro, preguntaría un pseudocientífico? Decidí dejar de leer las posiciones astrales. No tengo tiempo (¿Cronos?). Lo último que vi en mi plano celeste, es que tenía la megaconjunción (astrológica) de Júpiter, Saturno y Plutón en la Casa I, que representa la personalidad y el cuerpo. 

El futuro no se puede predecir y de poderse, sería caer en una especie de espiral, propia del Oráculo de Delfos, en el que los humanos, con el fin de evitar su destino, terminaban inevitablemente cayendo en él (leer el mito de Edipo o acerca del nacimiento de Zeus).

Este año fue hermoso, duro pero hermoso. Oscuro pero lleno de esperanza. Triste pero con una felicidad verdadera. Precisamente el año de la cojunción astronómica (sí con "t" porque es una ciencia) del 21 de diciembre, habla de la alineación entre Saturno y Júpiter, los gigantes del sistema solar. No sé si pueda verla con telescopio debido a la pandemia. Este fenómeno no se presenta desde la lejana Edad Media. Para mí no será la danza de dos dioses sino el fin de algo, la mirada nostálgica de un hombre que camina sobre una aldea que ha sido saqueada por soldados imperiales. La mirada de un hombre que tras un saqueo, ha descubierto que sobre las ruinas crecía la flor que le hacía falta a su colección y en un arrebato de profunda humanidad, decide dejarla crecer sobre el suelo ahora solitario.






  


viernes, 6 de noviembre de 2020

Un sueño bogotano en una ciudad bávara

Anoche soñé que mi mamá la reclamaba a mi padre por sus amantes. Y él, con la soberbia que tuvo a sus cuarenta, le respondía que no pasaba nada, que él simplemente las usaba, que ellas no significaban nada. Mi mamá lloraba y él comenzaba a gritar. Soñé que la abrazaba y nos íbamos. 

En Múnich he soñado con Bogotá. No tengo recuerdos de un sueño con esta ciudad donde vivo. Hace unos meses soñé con mi abuelita paterna, a cuyo velorio no fui porque básicamente su homofobia me obligó a dejar de quererla. Sin embargo, mientras dormía la vi vulnerable, en una cama sufriendo. Sentí una compasión profunda porque estaba postrada en una cama, completamente expuesta, muy a pesar de su soberbia pastusa.

Uno carga todo lo que es, todo lo que vivió. Y aunque estoy en una ciudad al otro lado del océano, llevo la avenida Caracas, con todos sus buses; llevo a mis hermanos, inocentes y perdidos en masculinidades tóxicas; llevo el dolor de mamá, de un país injusto, de un machismo opresor y noventero; llevo el azadón del abuelo, sus cabuyas con las pescaba respuestas, en un mundo lleno de confusión; llevo a la abuelita materna y su deseo de decirle hijueputa a todo el mundo; llevo al abuelo paterno y su gaitanismo rojizo, su vehemencia a la hora de hacerle pistola a un sistema que no nos trata por igual. Pero ante todo, me llevo a mí mismo: Llevo mi colombianidad, cosa extraña, cargo mi cabello negro como el carbón y mi piel del color del trigo, mis creencias mestizas, mis depresiones, mis amores fallidos, mis libros olvidados, mis recuerdos en la biblioteca de Salmona viendo el atardecer.

Es curioso, en mis sueños pasa lo que debía pasar en la realidad. Me despido de mi abuela paterna y mi mamá abandona una relación tóxica. Quizás debía irme. Quizás estaba viviendo la vida de otros. Quizás los demás necesitaban enfrentarse a sus demonios. Quizás, no era feliz.

Mi cuñada me dijo que estaba embarazada. Que de pronto le pondría "Camilo" al niño. Sentí escalofríos ¿sabrá ella lo que significa ser Camilo?