martes, 8 de septiembre de 2009

Cuando se te rompan las alas

Llegará, tal vez sí, tal vez no. Un día en donde la sonrisa se vaya desvaneciendo, y cada vez más gris resuene en tu memoria todo lo que has hecho y lo poco que has conseguido, todo lo que has vivido, lo insignificante de sufrir y tantas desgracias que han cargado los pobres hombros de tu alma.

Llegará el día en el que el resonar del cielo ya no sean truenos, sino tus alas, aquellas blanquecinas que decoraban el cielo y constelaban con el aire, esas mismas, se habrán roto. Pedacito por pedacito irán cayendo, pluma tras pluma, con la misma levedad del desvanecimiento de la esperanza. Una vez te acostumbres a tu desgracia, la luz en tus ojitos se irá esfumando, y tus pupilas se difuminarán en la cotidianidad, en el destino, tal vez en la corriente.

Para ese día no quedará ni siquiera un poquito, ni siquiera una pequeña gota de esperanza y la memoria será aliada de tu odio y resentimiento, estarás tan enfermo de frustración que hasta tu cuerpo te contará historias de terror.

Si eres de los que cae con dignidad, intentarás levantarte, procurando no manchar las huellas con el honor perdido, procurando no llenar de aromas putrefactos el aire que respiras. Ya es tarde, el aire que respiras, está lleno de hondos suspiros que dolieron hasta el alma, que dolieron hasta la fibra más diminuta de tu esencia.

La luz será parte de la fantasía infantil y querrás recordar en el mundo de los juegos, recogiendo los retazos del niño que fuiste. Poco a poco y sin dudar, cada vez más colérica la senda, sentirás un vacío, un vacío sin desesperación, un vacío, aderezo de la soledad y el mitigar una vida entera.

Después de haber gritado, llorado, después de haber matado a Dios y desprestigiado el canto de los pájaros, de haber tomado los restos de las alas y haberlos dispersado por el tacto ligero de las nubes, querrás tener un lugar donde sentarte, tan sólo un lugar donde yacer tranquilo, donde morir en paz.

No nos mientas, ni te mientas, no me mientas... no existe tal lugar.

Para ese entonces comprenderás, que ese lugar existe en tu interior, y que no hay mayor vuelo de libertad que tu esencia. Cuando hayas comprendido que al retornar en una espiral vertiginosa a tu ser, lo único que queda es lo esencial, siéntate en algún lugar y cuéntame como te fue volando de otra manera.

Mereces ser feliz.

1 comentario:

JP dijo...

Sip

Nada mas cierto... es como las cometas que eleva uno en agosto. Vuelan y se van, la escencia de su vuelo sigue en ti, en el control de tu mano, en la cuerda que sueltas y recoges para optimizar el vuelo.

Por alto o lejos que se eleven, voverán a ti...a la escencia de quien las echa a volar.

Si la pita se rompe ya no es cometa, la corriente del viento la arrastra en una vergonzosa caida asemejandola a una bolsa de basura voladora... ya no es cometa, es una cosa que caerá o se enredará con algun cable.

Yo me he sentado en la ventana de mi alma aver al mundo pasar y te vi pasar a ti... con esas alas inmensas que ahora te cubren... ibas rapidisimo!... pero me viste.