sábado, 23 de julio de 2011

Días como hoy me acuerdo de la mujer con cabello color madrugada; corría por los pasillos, me sentía tan libre y liviano. Miraba desde la ventana, quizás llegaría con el tiempo... La extrañaba. No quería que se fuera por la mañana y ansiaba que volviera en la noche. Recuerdo que día tras día me repetía lo hermoso que yo era... Inclusive, aprendí la palabra "precioso" con ella, me hacía sentir bien, inclusive antes de saber qué significaba. Me sentía tan amado, tan feliz... Tan inmortal. Con el tiempo he ido aprendiendo que el único estado al que se puede volver es a ese... A ningún otro. Hay atajos, pero por supuesto que los hay... Pero la gravedad de la vida es esa sensación de alegría, de amor incondicional... De inmortalidad.




Algún día cercano o lejano, tal vez cuando yo haya madurado un poco más, esté dispuesto a hacer ese dibujo que logré donde una sicóloga: mi figura llenaba casi todo el papel. Quienes me conocen pensarían que tengo la autoestima baja pero muy en el fondo sé que soy roble que da sombra, porque hay alguien que me ama y yo la amo a ella. Somos la noche y la madrugada.

1 comentario:

Elena P.G. dijo...

¡Qué bonito!. Me encanta eso del cabello color madrugada. Y la noche...