En mi casa me preguntaba por qué una de mis compañeras del laboratorio de hidráulica tenía un trato tan indiferente conmigo. Casi como una respuesta del universo, mientras estaba en la clase magistral, ella le dijo a uno de sus compañeros: "pero es que tienes que tener en cuenta que el niño raro envió nuevos datos". Yo había enviado una corrección a los datos que tomamos hace dos semanas. La volteé a mirar, llena de nerviosismo y roja, se ocultaba entre sus brazos. No sabía que yo estaba justo en frente suyo y al descubrirlo parecía no caber en su vergüenza. Me enfurecí, a pesar de ser una palabra tan corta, he sido tantos años víctima de discriminación que soy muy sensible a ese tipo de comentarios. No sé si se refería a mi condición sexual o a mi forma de ser... O a ambas, que al final provienen de lo mismo: quién soy.
No es la primera vez que me llaman raro. Siempre me sentí muy diferente a los demás. Los primeros años de colegio no me agradaban mucho los más populares. Todos jugaban fútbol, yo le huía a ese deporte... Era un castigo tener que jugarlo. Mis ademanes se volvieron más evidentes cuando cumplí 12 años, lo cual causó un repudio masivo. Había ocasiones en las que simplemente por que alguien mencionara mi nombre, todos chiflaban; no hacía falta un comentario espinoso el día de la mujer.
Ante ese comentario, no pude seguir poniendo atención; todos los momentos escolares volvieron a mi cabeza. Cuando acabó la clase, simplemente le dirigí una mirada, creo que los ojos hablan mucho más que las palabras. Una vez en mi casa abrí un libro. La historia trataba sobre un niño raro al cual le gustaban los pájaros y quería ser como ellos. Los compañeros lo consideraban tonto y egoísta, sin embargo él sabía que su sueño era volar. En una ocasión niños del pueblo querían matar pájaros y golpearlo a él. El niño raro, desde una copa de árbol pudo adelantarse y les pidió a sus amigos pájaros que se escondieran. Los niños lo descubrieron oculto, lo golpearon sin piedad, sin embargo él no permitió que supieran dónde estaban los alados. Un pájaro negro y de aspecto impresionante, le cumplió su deseo, convertirse en un ave. Él eligió ser colibrí, visitó a su mamá y la beso en los labios. Ella se despidió con amor... Comprendió que sería la última vez que lo vería, pero él sería feliz.
Cómo es la vida... Por las mañanas, cuando voy a tomar el bus, veo casi siempre unas campanitas (flores en forma de campana) en las cuales abundan los colibrís. Pensaba que sería maravilloso ser como ellos, además, representa mi signo zodiacal. Sí, soy raro... Y doy gracias, ha sido difícil, pero lleno de gratificaciones que ningún hombre de capa dorada podrá entender. He visto el amor, he visto llanuras, he llorado con atardeceres, he reído con cosas que nadie entiende, he visto poesía en escenas insólitas... En general, he sido dueño de cosas que nadie puede comprar.
Pdta: llegando de la clase de atletismo vi algo hermoso. En medio de una avenida solitaria, en medio de la noche, en una motocicleta, sus dos ocupantes se besaban... Tan simple y tan dulce.
Bibliografía
García Mejía, H. (1940). La estrella deseada y otros
cuentos infantiles. Arma: Bolsilibros Bedout.
3 comentarios:
Ser distinto a lo que esperan los demás puede ser doloroso por su incomprensión, pero para nosotros es lo único que podemos ser.
Sólo por lo que dices al final, ya valió todo la pena.Y... por un beso
Buenas tardes... El ser humano,
a veces la dificultad está,
considerar lo que piensan los demás,
no lo que soy.
Será que soy yo,
será lo que tu ves de mí.
Gracias
Acciones ajenas que desencadenan conexiones neuronales, combinaciones químicas en el cerebro... el cuerpo se hace pesado y los párpados abundan en torrentes navegables de tristeza.
Lo he vivido también.
Mis murallas fueron cimentadas en ello.
Compasión por la ignorancia ajena es lo único que cabe hacer.
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