El Abrazo de la Serpiente, llegó a mi vida por un amigo, que trabajó en su producción. Podía ver sus fotos en Vaupés y sentir envidia. De la buena o de la mala, sé que era envidia porque su vida tenía propósito. La mía, traviesa, andariega y algo torpe, aún lo busca.
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El Abrazo de la Serpiente se desarrolla en dos tiempos: a principios y mediados del siglo XX.
Theodor Koch-Grunberg es un científico interesado en las comunidades indígenas. Es la época del caucho, los colonos y los europeos están enloquecidos por obtenerlo: matan, esclavizan y mutilan indígenas. Theodor debe llegar donde una tribu para conseguir el yakruna porque está enfermo y esa planta es lo único que lo puede curar.
Su compañero de viaje, antiguo servidor de los buscadores del caucho, ayuda a convencer a Karamatake de indicar el camino.
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Durante las noches son comunes los viajes oníricos invocados por las plantas. Son inmanentes el jaguar y la serpiente. La crueldad del hombre blanco, su estupidez y su miseria, son magnificados.
Y yo no hice más que pensar en mi abuelo materno...
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Richard Evan está buscando la yakruna porque no puede soñar. Sin embargo, su verdadero objetivo es el caucho. Necesita llevarle a los norteamericanos, una sustancia de alta calidad para ganar la guerra. Karmatake lo guía a la cima de Mavicure.
Confeso el usurpador anglosajón, Karamatake ha comprendido que su misión no era enseñar a su tribu. Consitía en enseñar a los blancos el secreto de la serpiente.
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Belisario Góngora, que tenía apellido de virrey y manos de campesino, fue el que me enseñó a mirar con cariño las estrellas. Tendidos bajo una maca, me contaba de los borugos y la noche. Pude cuidarlo en sus últimos días y es algo que agradeceré siempre. Durante su enfermedad, se sentaba en mi apartamento, que quedaba en un sexto piso y miraba con compasión a mis vecinos. Decía que estaban en una cárcel.
Tal vez por eso enloquezco con frecuencia, porque soy en parte blanco y por eso soporto la ciudad. Pero también soy negro y soy indígena, también toco la marimba, lanzo flechas con el veneno de la papaya, también añoro el Orinoco y necesito del respirar del jaguar, del sueño tranquilo que sólo dan las estrellas.
2 comentarios:
He visto el enlace, he leído el post y... Creo que es una película que me emocionaría y con la que lloraría... Alejandra Pizarnik escribía: "Esta lila se deshoja,/desde sí misma cae/y oculta su antigua sombra./He de morir de cosas así." ¡Un fortísimo abrazo, Vicky!
Luz, Pizarnik es brutal. Y la película, aunque idealista, es hermosa.
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