Tenía quince años y odiaba leer.
Solía ir a la biblioteca Virgilio Barco,
Una suerte de salón que mezcla las tendencias modernas,
y las arquitecturas milenarias.
Estaba solo.
Me gustaba contemplar el atardecer durante horas,
ver a lo lejos guarecer los aviones.
Me cuestionaba ¿qué forma de amor se puede parecer al ocaso?
Hoy pensé en ti. En que me decías principito...
Y en algo no te equivocaste: me gustan los atardeceres,
verlos durante horas.