Hace aproximadamente un mes y una semana murieron mis dos abuelitas. Por la estrechez de una vida dedicada al trabajo, no he podido llorar. Siete horas las separaron. Una descansaba a una hora de la frontera con Ecuador y la otra en San Bernardo, un pueblo del Tolima.
Me conmueve la fragilidad que las rodeaba, especialmente a la mamá de mi mamá. Una vida atrapada en un campo que no supo entender sus alas. Que no creía que las mujeres además de cocinar, supieran volar.
Ya no tengo abuelos. Mis padres, son mis únicos ancestros. Y es inevitable decirlo, cada día que pasa me convierto en la historia, una pequeña, vale decirlo, al fin y al cabo, también llegará el día en que yo sea el pasado.
Ya no tengo abuelos. Mis padres, son mis únicos ancestros. Y es inevitable decirlo, cada día que pasa me convierto en la historia, una pequeña, vale decirlo, al fin y al cabo, también llegará el día en que yo sea el pasado.
Mi abuela paterna, difícil de entender, la dejé ir hace mucho. Intenté acercarme a ella de muchas formas pero sus prejuicios y su homofobia, nunca tendieron puentes entre nosotros. Espero que esté en paz, libre de sus depresiones y sus sesgos religiosos. De su cuerpo nonagenario que se retorcía en una vida que hace mucho no quería tener.
Mientras viajaba para el entierro de mi abuela materna, pensaba que la vida hay que vivirla con la pasión del fuego, que sólo deja brasas. Y sin querer, he vuelto a preguntarme por el sentido de lo que experimentamos. Por la inmensidad de la experiencia humana y sus detalles, por las ópticas de la ciudad, por las atmósferas de los lugares que he recorrido, por la profundidad del verdadero amor, por lo singular de la humillación, por lo desesperante de la impotencia, por lo misterioso de la ciencia y de los fenónmenos naturales, y sobretodo, por lo lejos que aún estamos de la verdad.
¿Dónde están ellas? Ya no caminan tímidamente, arrastrando sus pies en pisos que murmullan historias. No le comentan a las jarras de yerbabuena y café, lo doloroso del engaño y las pruebas de saberse reducidas. Están volando.
Al día siguiente del entierro de mi abuela materna, vi cómo dos pájaros de un color azul intenso se posaban a comer bananos sobre un palo de una cerca. Sentí su belleza, su rapidez, su espíritu impulsivo, volviendo a migrar.
Necesito descansar y asimilar todo lo que está pasando.
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