Todos somos marineros,
que encuentran soledad entre conocidos
y compañía en puertos distantes.
Somos la espalda desnuda,
que alguien recuerde como un salvavidas,
en una vida llena de voracidad.
Todos somos marineros,
que escuchan sirenas y se entregan
al desespero.
Que dejan lo poco que tienen,
por una promesa que es amenaza.
Somos el hombre que aún amando,
extraña el mar.
La nostalgia de saberse libre,
ante el peligro de no volver.
Todos somos marineros,
que conocen el norte por las estrellas,
y el sur, por los besos que dejaron.
Somos el hambre de buscar a otros,
y la angustia de no encontrarnos
en la multitud.
Todos somos marineros,
que un día quieren creer
que mañana no habrá que escapar.
Somos el hombre que abre la puerta
y con sonidos de gaviota,
se entrega de nuevo al mar.
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