Sin Aire
Era una de esas semanas auditando, en las que me levantaba a las cinco de la mañana y tras realizar mis tareas en el laboratorio, llegaba al hotel a seguir trabajando. Duraba hasta la madrugada redactando informes y resoluciones. Pensaba en mis compañeros de universidad, en cómo habían conquistado el mundo mientras yo debía, semana tras semana, enfrentarme a manipuladores, tramposos, infames y toda clase de posibilidades del bestiario colombiano. Una de las noches interminables de trabajo, mi jefe me escribió para decirme que no habría pago si no tramitaba rápido una resolución. Me pareció bajo e injusto, considerando el alto número de trámites que manejaba y la calidad de mis productos. En la mañana, sentí que me quedaba sin aire, más que por el tema del pago por la excesiva autoexigencia que me he impuesto toda la vida.
La Maloka
Previamente, había sido el aire el protagonista de otro de mis viajes. En mayo de 2018 sentí un llamado interior fuerte a consumir yagé. Una mezcla de plantas que para algunas tribus precolombinas, conecta con mundos sagrados. Hice una simple búsqueda en Facebook y encontré que esa misma semana había una toma con un cacique en una maloka ubicada en los Rosales, Bogotá D.C. Fui con el respeto que merece una droga que es capaz de matar a los incautos. No obstante, la fuerza de lo que me motivaba superaba mis temores. En un parquesito me encontré con los chicos que ayudaban a realizar el ritual. Hablamos de un par de cosas. Me decían que el yagé actuaba como lo estaba haciendo conmigo, es decir, hacía un llamado a su toma.
Llegué a una maloka atestada de personas de todas las edades. Nos separaron por sexos y en el suelo, al lado de un anciano, tomé "la medicina". Con los años he descubierto que mi organismo tiene una resistencia inusual a los narcóticos. A pesar de que no soy alguien inclinado a meterse alucinógenos para darle significado a la vida, lo he hecho un par de veces y por circunstancias específicas de la vida. Cabe resaltar que esas ocasiones en las que he consumido algo, he notado el poco efecto que tiene sobre mí. El yagé no fue la excepción: Tras consumirlo, veía como había gente gimiendo en el piso mientras yo no sentía absolutamente nada. Me dirigí hacia el segundo cacique, supuestamente traído del Putumayo y le pregunté por qué a mí no me hacía efecto. Me respondió que mi cuerpo tenía una resistencia a la medicina. Sin mucha esperanza esperé a la segunda toma y cuál sería mi sorpresa cuando toqué mis párpados fríos y vi una explosión de flamingos organizados en fractales.
Una de las primeras imágenes que vi consistía en un reptil el cual tenía unas dificultades importantes para respirar. Y en eso consistió mi viaje: En neonatos de flamingos y repitles pero también en la asfixia de múltiples seres que se condensaban en mí.
Bajo el Agua
En otra evaluación cerca a Santa Marta, Magdalena, me fui con el auditor líder a bucear en Taganga y a pesar del dolor de oídos que sentí los primeros minutos tras atravesar el agua, logré apreciar la magia de las especies debajo del mar. Iba con un grupo de estudiantes avanzados, por lo que tuve el privilegio de descender hasta catorce metros, una vez había aprendido a controlar mis oídos. A medida que me iban ocurriendo contingencias, aprendí a mantener la calma, a pensar y luego solucionarlos. Las cosas que pueden ocurrir son infinitas: Que se meta agua en la máscara, que uno no equilibre la presión de los oídos, que el cuerpo no logre fácilmente su descenso y ascenso, entre otras. En todas las ocasiones, lo peor es actuar desesperadamente pues un ascenso repentino puede significar la muerte. Nuevamente percibí el poder profundo de respirar. Las técnicas submarinas en gran medida parten de la necesidad de controlar la manera en la que se inhala y se exhala.
Inhala, Exhala
Tras mi ataque de ansiedad en Barrancabermeja, me llegó una notificación al celular: Me habían seleccionado para ir a un encuentro global de cambio climático en Viena, Austria. Por esos días, a raíz del evento, comencé a meditar siguiendo una antigua técnica que había leído en algún lugar: Contar las respiraciones desde uno hasta donde llegara, en un lapso de 15 minutos. Así avanzaron los meses y neutralicé una condición que estaba afectando mi tranquilidad y con el transcurrir del tiempo, inclusive llegué a decidir abandonar mi trabajo, mi cultura y mi país. Con los ires y venires de la información, supe del libro "The Illuminated Mind" de John Yates, alias Culadasa, que mezcla la ciencia, las técnicas del budismo y las experiencias propias de la introspección. Divide las etapas de avance en 10. A la fecha voy en la número seis. Quizás en un futuro post cuente mi experiencia con cada una de ellas... Eso, si es que hago un futuro post.
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