lunes, 25 de mayo de 2020

El No Escritor





Fuente: https://de.m.wikipedia.org/wiki/Jorge_Luis_Borges

El no escritor, escribe temas para él trascendentes, algunos son reales y a pesar de su minúscula participación pública, como premio por páginas y páginas de letras empapadas, a veces recibe un guiño clandestino, una luz desde la marginalidad. Hay humildad en el "no" que carga por definición y utopía en el sustantivo que lo acompaña. Hay instinto en lo que hace, también algo de tragedia.

El no escritor, no tiene un escritorio de cedro desde el cual planea una novela como las de Zadie Smith. De hecho, es probable que nunca se entregue al género largo de la literatura. Mientras cambia pañales, redacta informes de contaduría o le cocina a su marido, lleva una libretica blanca en la que experimenta cuentos, novelas, crónicas, qué sé yo, tal vez poesía. Muchas veces quedan a medio terminar porque primero está vivir y nadie vive de ser escritor. Es esa realidad de caldos, aromáticas, teclados y cubículos de oficina la que les da fuerzas para seguirlo haciendo.

El no escritor nunca firma libros, hace que otros le firmen los suyos. Recoge autógrafos de afamados autores que de manera lastimera y con algo de cansancio, le dedican unas palabras a un completo desconocido. Emocionado, intenta impresionar a sus héroes con halagos o historias personales. Y ellos frente a la extravagancia (y el valor del no escritor) modulan las expresiones de su rostro y fingen que les interesa. Con una estampa en la portada, el no escritor vuelve feliz a su vida de ajiacos, pañales, informes de calidad, gatos de azotea o agendas de oficina.

El no escritor lee, quizás es lo único que verdaderamente tiene que no se acompaña del odioso "no". Lee, lee mucho. Lee porque tiene imaginación. Y con eso le basta para tolerar ese "no" que siempre lo va a acompañar. Porque lee y escribe pero no es escritor. Lee en una oficina de migración, después de una jornada en una multinacional asiática o desde buses diminutos que se enfrentan violentamente a una ciudad titánica.

A veces intenta imitar a sus autores, replicar la fantasía y la maquila con la que atrapan a los mortales. Se arriesga con los juegos de palabras, las combinaciones morfológicas de un experto, los peligrosos puntos y comas, el desbarrancadero de la narración de embotellamiento, el afamado tono de narrador que le sale impostado o la profunda poesía monotemática de su vida kafkiana. Desafortunadamente, todo le hace ruido, no hay nada de calidad. A menudo ese "no" debería ser en mayúscula.

¿Por qué sigue escribiendo un "no" escritor? No tiene lectores, no escribe bien, no le pagan por eso ¿para qué lo hace? Quizás para seguir vivo. En términos de Bradbury, para inyectarse fantasía y no morir de realidad. Cómo adoro a los no escritores, en su chaplinesco intento de sobrevivir, toman un instinto básico y lo transmutan en una mala obra.

martes, 19 de mayo de 2020

¿En dónde estoy?

Una parte de mí no asimila que estoy en el extranjero, solo. A veces no sé si estoy estudiando en una universidad o simplemente al lado de mi cama, tomando cursos, rodeado de fantasmas digitales. No sé si soy un desempleado o un estudiante. Tampoco me queda claro si estoy preso o tengo algún tipo de privilegio por estar un país excesivamente costoso respecto a mi divisa.

No tengo muy claro si entiendo bien el alemán (eso es lo único bueno, cada día lo entiendo mejor). Si estoy vestido o en pijama. Si es primavera o es invierno. Si tengo hambre o sed.

Estoy desorientado, no sé qué debería hacer.

lunes, 18 de mayo de 2020

Camilo y El Nogal

Antes de cruzar el Atlántico, soñé con mi abuelito, el papá de mi mamá. Él se fue hace más de 13 años. Tuve la oportunidad de cuidarlo mientras se aproximaba su día. Vivió en el campo hasta su muerte y tuvo que tolerar la situación social de los hombres a los que el país durante décadas ha aplastado. A su manera me enseñó la belleza de los bosques. Era silencioso pero apropiado. La lectura dignifica la mente y él era ante todo eso, un buen lector. Por eso sabía hablar. Me solía llamar borugo, animalito que conocí directamente en el parque Chicaque.

El sueño consistía en que él manejaba un bus en el Park Way y a su lado había un nogal que reverdecía. Le tengo un cariño especial a ese árbol por un par de experiencias públicas y personales. Sembré algunos prototipos, directamente de los frutos del árbol más antiguo del casco urbano de Bogotá, el nogal de la 76, al frente de la embajada británica. Revisé esas semillas cada mes y nunca germinaban. Tuvieron que pasar 9 meses para que saliera una minúscula raíz. Tras un año de verlos crecer, me desesperé y sembré uno en el pasto. Lo vi crecer un par de meses y probablemente una guadaña lo eliminó.

Me hice a la idea que los demás tomarían tiempo para crecer y así los dejé, creciendo en pequeñas materas. En sus travesías por el jardín, mi mamá encontró uno grande. Había crecido en un retazo de tierra, se había envuelto sobre sí mismo para recolectar la poca agua que tenía y había hecho su cuerpo maderoso a pesar de lo temprano de su vida. Le cogí un cariño especial. También entendí la sacralidad que le atribuían los muiscas. Además de resistir duras condiciones, pierde todas las hojas en cierta temporada: Se ve muerto y mustio. Luego, reverdece, se viste de sus hojas y a veces deja ver sus flores.

Hoy se me vino a la cabeza, que hay cosas que hay que dejar pasar. Hay situaciones que simplemente deben madurar y probablemente Alemania sea una de ellas. Como buen desesperado, hago mi mayor esfuerzo por ver este proyecto crecer. Pero no lo va a hacer a mi ritmo, será al suyo. Ya veremos cómo me va.

lunes, 11 de mayo de 2020

Los Caminos de Buda

Si todo pasa por algo ¿qué hay por aprender de todo esto? Nunca pensé vivir en Alemania. Los he criticado al cansancio estos meses pero en realidad nunca he tenido nada en contra de este país y sus ciudadanos. Confieso que me molesta el trato que le dan a los extranjeros, la manera en la que lo complican todo y para rematar las malas experiencias que he tenido. Pero no tengo nada particular. De hecho, me sorprende que durante varias décadas las potencias económicas han cambiado y Alemania ha permanecido entre los primeros lugares de la economía salvo en los períodos oscuros  que debió recuperarse(léase primera y segunda guerra mundiales).

Ahora ¿cuál es mi presente? Tomar clases online, ver cientos de ecuaciones que no sé si algún día voy a aplicar; enviar hojas de vida; ver si hay vuelos humanitarios y morirme de la desesperación por qué no sé si tomarlos. Casi todo el tiempo permanezco en un cuarto blanco de estudiante, con una pequeña ventana que algún demente consideró apropiado ponerle cortinas negras. Además de eso, hay semanas en las que tengo muchos sueños. No logro entenderlos. Nunca los he entendido. De vez en cuando voy a mercar, con un tapabocas y un carrito. Compro poco, apenas para una persona que está atrapada en Múnich, tomando clases online. A veces miro al techo y me digo a mí mismo que quisiera que todo esto pasara, que todo se solucionara aunque no logro imaginar cómo.

Estoy en primavera, atrapado en un edificio, cerca del Isar, un río cristalino que a lado y lado tiene plantas geotérmicas e iglesias de arquitectura particular. A veces voy en bicicleta a contemplar el agua. A hacerme cientos de preguntas existenciales. Luego regreso a dormir. Atravieso los robles, los cerezos, las panaderías, las droguerías, las calles empedradas y regreso, siempre a dormir.

Vivo con dos rusos que cuando tienen sexo hacen todos los sonidos posibles. Con un alemán muy amable, que pone la música a todo volumen y deja sus zapatos tirados en el pasillo. Y con un francés, que cuando ve a un ser humano sale corriendo a refugiarse en su habitación. Las pocas veces que le he pedido un esfero o una llamada, debo dar un paso atrás porque su cuarto tiene un olor muy intenso.

Creo que escrito estas cosas porque en unos años serán extrañas o particulares. Memoria de algo que fui, algo que me pasó y que seguramente no recuerde bien.

miércoles, 6 de mayo de 2020

¿Volver?

Estoy pensando en volver. Me parece una tontería gastar y endeudarse en euros, en medio de una crisis. Y eso, para recibir clases online, sin un trabajo que justifique tanto esfuerzo. El asunto es que me quedó un examen pendiente. Milagrosamente, pasé todos los demás, inclusive uno que generaba tanto miedo, que de 50 estudiantes, sólo 18 lo presentaron.

A estas alturas es cuando uno se pregunta ¿qué gané con esta experiencia? Por lo menos a nivel material y profesional, creo que nada, sólo momentos de mucha ansiedad y angustia. Aprendí, sin duda. Me habría gustado vivirla con más suerte y estabilidad. Cada día entiendo más el alemán, inclusive, he podido tener conversaciones que trascienden a lo básico. Ya me recibieron los documentos para solicitar el permiso de residencia. Tengo una habitación de la Unión de Estudiantes. Por otro lado, me siento mejor de haber tenido buenos resultados en la universidad mejor posicionada de Alemania. Creo que el problema no soy enteramente yo, también es la suerte con la que he corrido.

Si me regreso, quisiera recostarme en mi cama, cerrar los ojos y pensar que todo esto que he vivido, sólo fue una pesadilla.

viernes, 1 de mayo de 2020

Ellos

Ella, recién salida del turno de enfermería.
Él, de su trabajo.
Un bus atravesaba
como Quijote la ciudad.
Ella, del centro,
él del sur.

Y las miradas se cruzaron.

Él, nieto de un militar,
ella, tataranieta de un esclavo.

Y las miradas se cruzaron.

Él, hijo de un rico,
ella, hija de la poesía.

Y las miradas se cruzaron.
Para querer o para sufrir.