Fuente: https://de.m.wikipedia.org/wiki/Jorge_Luis_Borges
El no escritor, escribe temas para él trascendentes, algunos son reales y a pesar de su minúscula participación pública, como premio por páginas y páginas de letras empapadas, a veces recibe un guiño clandestino, una luz desde la marginalidad. Hay humildad en el "no" que carga por definición y utopía en el sustantivo que lo acompaña. Hay instinto en lo que hace, también algo de tragedia.
El no escritor, no tiene un escritorio de cedro desde el cual planea una novela como las de Zadie Smith. De hecho, es probable que nunca se entregue al género largo de la literatura. Mientras cambia pañales, redacta informes de contaduría o le cocina a su marido, lleva una libretica blanca en la que experimenta cuentos, novelas, crónicas, qué sé yo, tal vez poesía. Muchas veces quedan a medio terminar porque primero está vivir y nadie vive de ser escritor. Es esa realidad de caldos, aromáticas, teclados y cubículos de oficina la que les da fuerzas para seguirlo haciendo.
El no escritor nunca firma libros, hace que otros le firmen los suyos. Recoge autógrafos de afamados autores que de manera lastimera y con algo de cansancio, le dedican unas palabras a un completo desconocido. Emocionado, intenta impresionar a sus héroes con halagos o historias personales. Y ellos frente a la extravagancia (y el valor del no escritor) modulan las expresiones de su rostro y fingen que les interesa. Con una estampa en la portada, el no escritor vuelve feliz a su vida de ajiacos, pañales, informes de calidad, gatos de azotea o agendas de oficina.
El no escritor lee, quizás es lo único que verdaderamente tiene que no se acompaña del odioso "no". Lee, lee mucho. Lee porque tiene imaginación. Y con eso le basta para tolerar ese "no" que siempre lo va a acompañar. Porque lee y escribe pero no es escritor. Lee en una oficina de migración, después de una jornada en una multinacional asiática o desde buses diminutos que se enfrentan violentamente a una ciudad titánica.
A veces intenta imitar a sus autores, replicar la fantasía y la maquila con la que atrapan a los mortales. Se arriesga con los juegos de palabras, las combinaciones morfológicas de un experto, los peligrosos puntos y comas, el desbarrancadero de la narración de embotellamiento, el afamado tono de narrador que le sale impostado o la profunda poesía monotemática de su vida kafkiana. Desafortunadamente, todo le hace ruido, no hay nada de calidad. A menudo ese "no" debería ser en mayúscula.
¿Por qué sigue escribiendo un "no" escritor? No tiene lectores, no escribe bien, no le pagan por eso ¿para qué lo hace? Quizás para seguir vivo. En términos de Bradbury, para inyectarse fantasía y no morir de realidad. Cómo adoro a los no escritores, en su chaplinesco intento de sobrevivir, toman un instinto básico y lo transmutan en una mala obra.