Los últimos días me he sentido feliz conmigo mismo,
como si no necesitara a nadie
y todo lo pudiera solo.
A veces tengo miedo a volverme una suerte de hermitaño social,
ese tipo de personas que no necesita abrazos,
que disfruta debajo de un árbol envuelto en sí mismo.
O quizás estaba acostumbrado a dudar demasiado de mí
y la vida, a su manera (siempre tan suya)
me ha demostrado que puede sonreír.
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