No era una mariposa, ni un camaleón, era un caracol y cuando llegaba la sequía se escondía en su caparazón porque no podía volar o cambiar de color. Al final del verano, tras las lluvias torrenciales, se asomaba y volvía a trepar 1 cm mensual. Un encargado de mantenimiento, miraba sorprendido desde el punto más alto del Burj Khalifa a un caracol, encima de la antena.
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