Una chica de 27 años que trabaja en una oficina en la ciudad, le menciona a su jefe que irá de vacaciones al campo. No tiene crisis existenciales, no le rompieron el corazón, simplemente es algo que le gusta hacer en su tiempo libre.
Ella no va sola, su personalidad de 10 años la acompaña con todos los recuerdos que eso implica. En una estación solitaria la recoge un hombre que ha decidido por voluntad volver a la vida rural. Es paciente, es agradable, es tierno. El desarrollo de la película va acompañado por pequeños recuerdos de la infancia de la protagonista: La tristeza de no poder ir al campo en vacaciones, la menstruación, el acoso de los niños y ese compañerito de infancia que al despedirse no quiso darle la mano.
La familia que la hospeda está satisfecha con ella. Es una mujer que disfruta el campo. La abuela del hombre que la acompaña durante toda la película le propone que se case con su nieto. Ella se confunde y camina sola por el campo. El chico la encuentra y sin más preguntas, la lleva de vuelta a la casa.
Al inicio me pareció una película aburrida, con un ritmo lento. La música me resultaba pretenciosa, como si fuera una alegoría al campo. Pero como con todas las películas de Takahata, al final es cuando se puede saborear realmente el contenido. La película realmente me tocó, pues actualmente llevo un proceso emocional de solucionar las cosas con mi niño interior, con mis recuerdos y con la persona que algún día fui.
Las imágenes tienen colores claros y pasteles. El campo es intensamente verde y los cielos oscuros recuerdan el silencio antes de la tormenta que se sentía cuando se caminaba, camino a la casa de mi abuelo.
Una película bonita a la que hay que tenerle paciencia.
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