martes, 22 de junio de 2010

Angelus I

El sacerdote ante la mirada atenta de cada viernes, decía: "por eso el que me niega en la tierra yo lo negaré ante mi padre"; meditabundo se desplazaba por el púlpito como si buscase en ese aire con olor a piedra el vacío; las mujeres entradas en años se levantaban y recitaban letanías de lejanas lenguas latinas. Caminando por en medio de los oyentes se acercaba un adolescente, parecía un ángel, su mirada fina, su cuello recto, ese caminar surdo, hacía pensar a los presentes que una llama o una chispa quería encender el altar.

El sacerdote se disponía a terminar el ritual con la palabra: "podeís ir en paz". Pero algo se lo impidió, aquellas miradas se cruzaron y cuando quería continuar con la ceremonia casi se le corta el aire que quedaba en sus pulmones, pudo terminar la frase gracias a un milagro del altísimo. Nunca se atrevería a demostrar su estado emocional, se encorvó, recogió lo que tenía que recoger y se fue.

Ya entrada la tarde en una ciudad lluviosa, salió dispuesto a dormir en paz en su cámara sacerdotal. Abrió las grandes puertas y "voilá", una criatura andrógina esperaba recostada sobre las rocas del templo. Ésta lo miró con complicidad, deslizó sus ojos al piso y luego suspiro; las nubes arremolinadas atestiguaban una historia que surgía en época de invierno.

Poco a poco las gotas se volvían más fieras, hasta el punto de volverse duras de corazón y puras de alma, convirtiéndose en granizo. El jovencito levantó su mirada, volviéndose su iris del color gris del cielo y mostró su fragilidad, ante lo cual un buen servidor de dios no se podía negar a prestar su ayuda. Abriendo la sombrilla se miraron fijamente, el clérigo le dice: ¿a dónde vas?. A lo cual el niño le responde: a donde tu vayas.

Desoncertado por el alma tan deliberada, se sonroja y le responde: supongo que así habla la gente de hoy, a lo cual sin dudarlo mucho cierra la disertación con: sí, así hablamos los seres de hoy.

Caminando entre las calles húmedas se ven dos siluetas que se difuminan a la distancia, muchas preguntas, muchas dudas y un sólo destino. No dicen siquiera una sola palabra en el recorrido, hasta que el corazón de Eduardo se llena de dudas propias del oficio y le pregunta sobre sus actividades, su vida, sus gustos, etc. En realidad ninguno de los dos está interesado en esa típica conversación, por lo cual cruzando plena séptima las pupilas de Gabriel se abren de una forma monumental y dice: quiero comer helado.

En este momento Eduardo no sabe muy bien qué hacer, en realidad ni siquiera sabe qué está pasando, a lo cual con un movimiento corto de cabeza responde que sí. Gabriel le sonríe y esos ojos color miel se llenan de un júblo similar al que les surge a los elegidos cuando Cristo en sueños les dice: dedica tu vida al servicio de dios. Esa vainilla sabe a resurrección, el chocolate se parece a la misericordia y aquella cucharita al pecado mortal.

Lo jala del saco negro que simula una sotana y le pregunta si quiere un poco, a lo cual el hombre de negro le responde que no le gusta el dulce. Lo vuelve a jalar y en su tímida formación no iban incluidos los no rotundos, de modo que acepta. La escena semejaba un cuervo y un picaflor bebiendo el néctar de la misma flor. Una de las asistentes a su misa de los domingos pasa por aquella ventana de la omisión y alza su mano para saludar, el párroco responde de nuevo con el rostro color escarlata y con miedo al "qué dirán"... Gabriel se ríe diciéndole: ¿tienes miedo verdad?.

-Los que creemos en dios no tenemos motivos para temer- responde.

De nuevo reina el silencio.





lunes, 21 de junio de 2010

Plano

"de repente en mi vida hay algo que me tiene confundida"
De repente- Soraya.

Leyendo, viendo, creyendo, intentando... podría culpar al nuevo presidente, a mis ancestros, a mi biografía, quizás a mi genética o a algún psicópata... sin embargo sentirse sin norte no corresponde a la brújula de nadie más... yo fui quien dejó de sentir la guía electromagnética.

Sólo queda navegar, dejarse llevar por las olas de la realidad, que pase lo que tenga que pasar. Comenzar a madurar un poquito y descubrir que lo que siento es únicamente mi responsabilidad, ningún hombro, ni amor apasionado, ni siquiera un terapeuta me podrá dar lo que perdí... mi derecho a decidir.

miércoles, 16 de junio de 2010

El lago

Ugetsu Monogatari- Kenji Mizoguchi

En algún lugar de ese lago, se esconden mis memorias. El paso del tiempo, junto con el agua, atormentan mi pasado e inhundan mi presente.

Al otro lado, quizás en alguna rivera lejana está el futuro que no fue... las lágrimas de la dama blanca recorren las mejillas de la tierra.

Esta barca que recorremos juntos, casi como si el mundo fuera tan sólo dos, cerca a pensar que las olas y el cielo se persiguen sin consuelo, remamos hasta el cansancio.

Nos divide un lago, nos divide el pasado y el futuro, nos dividen destinos arteriales en pleno episodio de hemorragia.

Entre la niebla se encuentra mi olvido, atesorado por la desolación del cántico subacuático. Al otro lado de las nubes, en alguna rivera celeste se encuentra la esfera silente.

Creyentes y verdugos dejan que las huellas siembren huídas, cual fuga a la vida escribe la nada... pensamientos y llovisnas, persecutores del presente... segundos y cánticos del tiempo ecuestre.

En algún lugar de aquel taller, donde los artesanos imprimen al barro un alma nueva... quizás no muy lejos del agua... no muy lejos de aquí... se encuentran las manos que vueltas dan, los espíritus que preguntan y el amor de unos tantos.

Toda historia busca un desenlace.

lunes, 14 de junio de 2010

Aquel hombre.

Se levanta como todos los días, pero hoy no es un día casual. El clima está bastante frío y su habitación congela los sueños de seguridad en las sábanas y paredes pálidas, ya no hay tiempo para pintar, las paredes son blancas y blancas se van a quedar; hay una edad en la que el hombre es supremamente frágil; sentado en su cama mira hacia el infinito y siente un extraño sin sentido, capta los vasos vacíos, el espacio entre los átomos del horizonte e inclusive la distancia entre su pasado y el presente.

Se viste como de costumbre, sin aparentar debilidad ni siquiera en la intimidad. El pecho en aquel traje aún lleno de humedad alcanza la temperatura de la sabana. Su auto, es como una mano, una pierna o un tatuaje, hace parte de su ser... con su brillo aparenta gloria mientras que su velocidad añora la huída. Aquella mirada en el espejo llena de preguntas, casi tan inocente como la de un niño, pero tan experta como la de un adulto, permanece intacta.
Esa piel desea contar historias, contar rechazos, tristezas... algo de humor, de alegría y nostalgia pero no es el momento, nunca cruzaría aquella barrerá entre lo cotidiano y lo trascendente. Una que otra daga en el corazón, éxitos profesionales similares a una brisa llena de polvo, los cuales no alcanzan a ser argumento para llenar los hoyos en sus pensamientos. Esta mañana bebió algo de soledad. Entra a su empresa, saluda a todos con su patriarcal sonrisa y logra mantener la seguridad que nunca tuvo. Camina directo hacia su oficina, ya no es un adolescente, pero tampoco es un viejo, ya no es un niño, ya no puede fingir, algo pasó, nadie sabe qué, un yo no sé qué.
Mira a lo lejos entre la neblina matutina y sabe que ha llegado el momento, de contar su historia, la historia de un hombre.

viernes, 11 de junio de 2010

Memorias del camino.

Aquella mirada, llena de tristeza, decepción, ese espejo del alma que refleja maltratos y una tiranía por parte del destino. Me pregunto ¿por qué estará tan delgado? ¿Lo consentirán? ¿Cuál fue el último ser en decirle que lo amaba? El frío matutino no ayuda mucho en estas cuestiones de melancolía. Nos quedamos mirándonos por un instante, como si ambos conduciéramos cargas pesadas. Mi corazón no puede aguantar y me pregunto ¿será tan invisible, tan poco evidente su dolor? La gente camina y el mundo sigue dando vueltas.

Aquel caballito, que jala de una "zorra" también tuvo niñez, tuvo mamá, quizás algún día esa mirada era del color del arcoiris, quizás algún día soñó con cargar un caballero, o no cargar a nada ni a nadie, sino simplemente correr y desafiar al viento. Aquel caballito de pronto tiene la vida hecha trizas y tal vez a nadie le importa, porque no sabe hablar...

miércoles, 9 de junio de 2010

Orquídea.

Podría contemplarte por días esperando con ansiedad tu aroma. Quizás suicidar algo de mi tiempo en nombre de tu color. Las mañanas y las noches podría arruinarte, pero tu delicado temperamento se contrasta con ese color amarillo que dice que lo puede vencer. A veces tus flores agachan la cabeza, a veces me asusta perderte, pero mientras algo de ti muere, algo mejor nace. Cada muerte te hace crecer, pareciera como si quisieras alcanzar a nuestra estrella... el sol. Hay momentos donde los tragines de la vida hacen que no te de la atención que necesitas, sin embargo todas las mañanas me sonríes entre rayos de luz y aquellas manchitas violeta.
Las lágrimas del ambiente podría amenzarte, como el fuego del cielo, pero de alguna forma ambos estamos seguros ¿cuánto durará esta época de dulce calor? No lo sé. Voy por un poco de agua y lo riego a tu alrededor, en las mañanas, para que a lo largo del día transpires lo que sientes, lo que deseas que se vaya, lo que lloras, tu soledad... entre miles de cosas que dejas ir.
Por alguna razón eres tan importante... eres parte del todo. Cada segundo, cada diminuto ser, cada parte del todo, tiene un valor infinito, o mejor dicho, sin límites.

martes, 8 de junio de 2010

Allí

Es un instante en el que no hay tiempo y nos sentimos dueños de nosotros mismos; la música a todo volumen seguida por el compás de los saltos de una multitud. Ejercen su derecho a soñar, mientras tanto yo escucho el sonido de ese eco, que habla de guerreros de estepas, ese tan tribal y mi cuerpo inevitablemente responde. Todos los sonidos artificiales se vuelven naturales en el receptáculo en el que me he convertido. El mundo deja de existir y me conecto con otro continente, con otra época, con otra raza, me conecto con vidas pasadas, me vuelvo otro ser, me mimetizo en un lugar si ciudades ni naciones. Casi puedo ver ese ocaso infinita, los tambores suenan tan fuerte, conozco las hojas que no recordaba de mi biografía. Es algo tan local pero tan cósmico... comparto el mismo espacio con unos tantos zombies mientras yo ingreso a otro tipo de locura, a un hermoso despertar de mi naturaleza más salvaje, recuerdo mi instinto y sigo las huellas... mis partos, mis relaciones, mis muertes y mis batallas. Un grupo de guerreros me mira fijamente y definitivamente comienzo a romper las fronteras de mi realidad.

jueves, 3 de junio de 2010

Gotas de mí

Iba a toda velocidad aquel gigante del transporte, en su interior sólo cuatro personas apreciábamos el espectáculo. Hay una zona en que la ciudad se logra ver claramente, casi unida con el cielo, me fijé en cosas que antes no veía, en las flores moradas, en los edificios en reposos, en calles llenas de esa luz pristina que Bogotá se da el lujo de tener y por un instante sentí que estaba atravesando no sólo el tiempo y el espacio sino haciendo un recorrido verdadero. Pasé por aquellos lugares donde alguna vez soñé estar con alguien y me impacté al saber que ya no recuerdo con tristeza, al contrario me robaron más de una sonrisa. Entendí de nuevo, de nuevo y como siempre que en este camino ni siquiera los que más me aman me pueden acompañar, es un descubrir que debo vivr solo o como diria Jess Conover: "cada quien encuentra su despertar".