viernes, 19 de abril de 2013

La Memoria


Hace poco hablaba con un pianista reconocido, próximamente estudiante de prestigiosas universidades de la Unión Americana. Me contaba lo bien que le iba. Me alegré por él. Dentro de sus planes está terminar una maestría en instrumento acompañante y casarse con su novia.

Cuando lo miro es inevitable recordar lo que sucedió cuando teníamos 5 años. En esa época me era fácil socializar, sentía que todos eran mis amigos. No sé cómo ni cuándo lo conocí a él. Tampoco entiendo qué fluía exactamente entre nosotros pero a estas alturas he comprendido que la vida no es cuestión de taxonomía.

Nos besábamos todo el tiempo, delante de nuestros compañeros, con cierto sigilo porque ya intuíamos que eso no era bien visto. Aún recuerdo el sabor de sus labios. En clase de sistemas solíamos sentarnos juntos para envolvernos en saliva prestada.

En una ocasión llegamos a pensar en explorar nuestros cuerpos. Inclusive planeamos la hora y el lugar. Nunca llegué, algo en mí me detuvo. Me preguntó por mi ausencia y no recuerdo qué respondí. Con el tiempo, no sé cómo, ni cuándo, nos distanciamos; comencé a percibirlo como un niño agresivo.

Algunos dicen que recuerdan desde sus 6 años y atormentar a la gente no es mi profesión. Que viva, que se case... Pero siempre que lo vea tendré una mirada ladina con un recuerdo en el cual vibre un pasado al que decidí algún día no asistir.

1 comentario:

Elena P.G. dijo...

Tu intuición te habló alto y claro...