martes, 22 de mayo de 2018

El Libro de la Almohada - Sei Shonagon (19/100)

En el siglo X una cortesana de la emperatriz dejó un libro a manera de memoria de lo que vivía. La obra describe hechos cotidianos interpretados por la autora, en eso consiste un diario personal . Lo que llama la atención es que es una mujer que entonces pertenecía a la alcurnia japonesa, sabía escribir y leer entonces describía un mundo desconocido para mí.

Lo primero que me llamó la atención fueron sus descripciones detalladas y a veces excesivas sobre los elementos que consideraba hermosos: Ciertos árboles, ciertos trajes y ciertos pájaros. Esta  forma de recrear, desde mi punto de vista, ha venido cayendo en desuso. En los libros que he venido leyendo, percibo mayor precisión, por encima de los detalles barrocos. Quizás sus ejes temáticos se centran alrededor de la belleza y por eso requieren desesperadamente de elementos memorables.

Los amantazgos juegan un papel preponderante. Como occidental espero que la mujeres del pasado siempre estén cohibidas y amargadas frente a su sexualidad. En este caso, Shonagon constantemente hace referencia a mujeres que esperan a hombres en sus habitaciones, inclusive algunos de ellos comprometidos. Juguetea con el elemento de la insistencia y el espionaje. Y en carne propia, no niega su afecto a más de uno de los miembros de la realeza.

Contrario a pensar que se trata de un ser desinhibido y libre, encuentro en sus páginas comentarios sobre su amor casi religioso a la emperatriz. Su obsesión por escribirle poemas, por decir que es la más hermosa de todas y halagarla en cuanto puede. Resulta tedioso con el pasar de las páginas y descubrir lo genial que es el vestido de tal, el carruaje de pascual y el castillo de yo no sé quién.

A pesar del comportamiento propiamente cortesano, encuentro fascinante las alusiones que hace a la libertad. Menciona con elocuencia, el castillo del emperador como un lugar libre de restricciones porque una persona podría pasar la noche sin tener que pensar en cuándo y cómo regresar.

Uno de los elementos que más me llamó la atención es la crueldad que muestran hacia los desposeídos. No duda en burlarse de las monjas budistas que sumidas en la miseria procuran pedirle favores a la emperatriz. Y percibo que se burla de su ausencia de elegancia u opulencia. Al contrario, halaga la belleza y el poder de los que le rodean. Quizás sea la doctrina cristiana la que hace que yo tenga tabús acerca de la burla ingenua hacia las personas con mayores dificultades económicas.

Se queja en un capítulo de los rótulos impuestos a las mujeres de la corte. Y a menudo como lector, los considero acertados. El nivel de frivolidad que maneja en sus relatos, no se ve realzado por los elementos estéticos que procura incluir.

Lo consideré un libro tedioso pero no dudo que Shonagon fue un personaje que sí merecería una novela.


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