Saliendo de una telaraña de burocracia
aterricé en una ciudad de 3 mil años
pero joven, cálida y tranquila.
De repente sentí que volvía a entender a los humanos.
Esculturas con expresiones graciosas.
Historias de excesos,
cardenales en dimensiones titánicas,
el ombligo de la era clásica...
Y me despido extrañando la sensación de estar cerca a otros seres,
con el descubrimiento que la música africana es más que cantos tribales
https://www.youtube.com/watch?v=Njj4CX4OAMU
martes, 25 de febrero de 2020
sábado, 22 de febrero de 2020
Alemania: No, no, ¡no!
Lo mío con esta cultura ha sido para reírse o llorar. Ellos, tienen fama de no hacer ni lo uno, ni lo otro. Qué cosas. Entre algunos alemanes hay una broma común: Que ellos sólo se ríen en los sótanos. Y la broma alude a que en la época de la Unión Soviética, estaban tan intervenidos que debían retirarse al espacio subterráneo para hablar mal de sus mandatarios o burlarse de sus estupideces.
Y aunque procuran tener el control de todo, según el estereotipo americano, lo cierto es que son humanos y también muestran tolerancia. Próximo a un lunes lleno de parciales, una tormenta (Sabine) hizo que todo se distorsionara. Un par de profesores supo entender y me reprogramó un examen sólo para mí. Y eso es lo que más me cuesta de calibrar esta sociedad. A veces se muestran indolentes, estrictos y despreciables. En otras ocasiones hacen concesiones que ni en Colombia serían sencillas.
Su fidelidad es poco común en mi cultura. Los pocos amigos que tengo, se preocupan por mí, me acogen como si fuera su familia. Los colombianos son famosos por tener cientos de amigos (que desaparecen cuando llegan los problemas).
Y bueno, el catolicismo. Qué cosas, me vine a Bavaria. No es como la versión colombiana, que pretende revivir la inquisición. Es un poco más humanista. Pero ahí está, en las iglesias, en las ancianas que dan limosna, en las vírgenes azuladas rodeadas de mosaicos con aspecto turco.
Son tantas cosas malas (y extrañamente buenas) las que me han sucedido que tengo un sentimiento encontrado. Suelo pensar que uno se siente bien y le va bien cuando está en el lugar indicado. Y hay días en los que pienso en devolverme. Pero ¿y si sigo luchando? ¿Y si lo intento?
sábado, 15 de febrero de 2020
La Tribu de los Otros
Desde niño fui el otro. Siempre lo sentí así. Mi cabello me delataba: Era negro azabache, en un jardín de niños con melenas castañas. Luego entendí que yo era homosexual, lo que me hace parte del 10% de la población. Y así fueron "empeorando" las cosas. A los 12 años me di cuenta que además los géneros no me cuadraban, que no me interesaba definirme como un hombre o como una mujer. Opté por la paz, en un país adicto a la guerra y perdí en las urnas muchas veces. A los 14 años me volví vegetariano, que se traduciría en mis viajes a la geografía colombiana, llenos de almuerzos de arroz y huevo. Y siendo franco, uno llega a los casi 30 un poco cansado de todas sus luchas.
Recorriendo el mundo, me di cuenta que era mestizo. Que mi mezcla trirracial no era tan común en otras sociedades. Y ahora en Alemania, siento que para los europeos el origen étnico es demasiado importante. Es algo un poco primitivo e incivilizado, pero así son las sociedades. Todos tenemos derecho a algo de estupidez.
La gente suele creer que ser otro es algo chévere, algo divertido. Pero los que hemos sido forzados a vivir en el umbral de la alteridad desde la infancia, a menudo nos preguntamos si la vida sería más fácil desde el umbral de lo normal. Si podríamos ir por ahí, siendo nosotros mismos, sin miedos y con la certeza de que vamos a ser aceptados.
Y es que la piel se nos va haciendo de metal. Cuando sentimos ese trato distinto en las oficinas públicas, en el metro, en la calle. Cuando intentamos figurar en sociedades absurdas, llenas de reglas y conductas que renuncian a lo humano. Cuando intentamos validarnos a nosotros mismos y a nuestra identidad. Cuando nos sentimos perdidos en el camino y buscamos una tribu.
Recorriendo el mundo, me di cuenta que era mestizo. Que mi mezcla trirracial no era tan común en otras sociedades. Y ahora en Alemania, siento que para los europeos el origen étnico es demasiado importante. Es algo un poco primitivo e incivilizado, pero así son las sociedades. Todos tenemos derecho a algo de estupidez.
La gente suele creer que ser otro es algo chévere, algo divertido. Pero los que hemos sido forzados a vivir en el umbral de la alteridad desde la infancia, a menudo nos preguntamos si la vida sería más fácil desde el umbral de lo normal. Si podríamos ir por ahí, siendo nosotros mismos, sin miedos y con la certeza de que vamos a ser aceptados.
Y es que la piel se nos va haciendo de metal. Cuando sentimos ese trato distinto en las oficinas públicas, en el metro, en la calle. Cuando intentamos figurar en sociedades absurdas, llenas de reglas y conductas que renuncian a lo humano. Cuando intentamos validarnos a nosotros mismos y a nuestra identidad. Cuando nos sentimos perdidos en el camino y buscamos una tribu.
sábado, 1 de febrero de 2020
Milagros
En Alemania me ha ocurrido de todo: Desde la angustia de pensar en no tener dónde vivir, hasta el milagro de encontrar un lugar de ensueño.
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