sábado, 22 de febrero de 2020

Alemania: No, no, ¡no!

Lo mío con esta cultura ha sido para reírse o llorar. Ellos, tienen fama de no hacer ni lo uno, ni lo otro. Qué cosas. Entre algunos alemanes hay una broma común: Que ellos sólo se ríen en los sótanos. Y la broma alude a que en la época de la Unión Soviética, estaban tan intervenidos que debían retirarse al espacio subterráneo para hablar mal de sus mandatarios o burlarse de sus estupideces.

Y aunque procuran tener el control de todo, según el estereotipo americano, lo cierto es que son humanos y también muestran tolerancia. Próximo a un lunes lleno de parciales, una tormenta (Sabine) hizo que todo se distorsionara. Un par de profesores supo entender y me reprogramó un examen sólo para mí. Y eso es lo que más me cuesta de calibrar esta sociedad. A veces se muestran indolentes, estrictos y despreciables. En otras ocasiones hacen concesiones que ni en Colombia serían sencillas.

Su fidelidad es poco común en mi cultura. Los pocos amigos que tengo, se preocupan por mí, me acogen como si fuera su familia. Los colombianos son famosos por tener cientos de amigos (que desaparecen cuando llegan los problemas).

Y bueno, el catolicismo. Qué cosas, me vine a Bavaria. No es como la versión colombiana, que pretende revivir la inquisición. Es un poco más humanista. Pero ahí está, en las iglesias, en las ancianas que dan limosna, en las vírgenes azuladas rodeadas de mosaicos con aspecto turco.

Son tantas cosas malas (y extrañamente buenas) las que me han sucedido que tengo un sentimiento encontrado. Suelo pensar que uno se siente bien y le va bien cuando está en el lugar indicado. Y hay días en los que pienso en devolverme. Pero ¿y si sigo luchando? ¿Y si lo intento?

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