viernes, 17 de mayo de 2024

Tiempos de Silencio

Llevo tiempo sin escribir en este blog porque este formato ha caído en el olvido. Ya nadie lee estos diarios personales sometidos al escrutinio público. Sin embargo, a veces siento que me hace falta. Olvidé el nombre del escritor que hablaba del síndrome de escribir. Lo describía como el impulso o el instinto de sentarse a decir algo. Supongo que me acostumbré tanto a los formatos digitales que mis diarios personales no me llenan.

En octubre cumplo cinco años en Alemania y sigo sintiéndome extraño, extranjero y vulnerable. Me he dedicado incansablemente a aprender su idioma (que es bastante complicado), a conocer su historia (que es bastante oscura); he pasado exámenes de conducción, de idiomas, miles de períodos de prueba y siento que todavía falta mucho para que llegue a sentirme en casa. Quizás este país nunca sea mi hogar. Pienso en Nabokov y su manera reticente de describir su vida mientras estuvo en Berlín. Tuvo que huir por la revolución rusa y fue parte de la gran diáspora de connacionales que se asentaron en tierras germánicas. Aquí ejerció como banquero y a pesar de haber vivido casi diez años, es raro verlo hablar de esa época de su vida.

Eliminé todas las aplicaciones de citas. Estoy agotado de los hombres psicológicamente extraños, de los tipos casados que quieren experimentar, de los que se llaman bisexuales sin serlo, de los políticos que tienen familia para aparentar, de los cantantes de ópera misóginos y de la infinidad de homosexuales que dicen tener relaciones abiertas para maquillar su miedo a la intimidad emocional. Quizás esa decisión y mi entorno, rodeado de infantes de más de treinta años, sea lo que hoy me lleva a concluir que de nuevo me siento solo.

Vivo en mi apartamento con chicos de dos continentes y todos son sucios. En un impulso de abuelito, les imprimí un cronograma en el que deben firmar cada vez que limpian la casa. Me pregunto cómo es que los hombres llegan a los 30s sin tener conciencia de qué es un lugar habitable y qué es una pocilga con aspiraciones a baño público.

Amo a mi familia pero están lejos y siendo completamente sincero, siento que no me conocían del todo. Tampoco creo que se hayan esforzado en conocerme y a estas alturas me da mucha pereza construir algo para lo cual nunca hubo esfuerzo o interés. Sé que leen este blog, lo siento: Los adoro pero éste es mi único espacio para ventilarlo todo.

Me preocupa irme de Alemania por las cotizaciones a pensión. Quiero pensionarme y para eso debo tener unas semanas mínimas en una nación específica. Por otro lado, países como Suiza o Estados Unidos ofrecen mejores oportunidades para el nivel de exigencia laboral que me impongo. Eso sumado a que los doctorados son mejor pagos, hace que cualquiera de los dos me parezca más llamativo.

Los pocos amigos que tengo aquí quieren algo concreto de mí: Que los escuche y sea su psicólogo; que me acueste con ellos y oxigene su relación; o simplemente que les llene la soledad a pesar de que no haya afinidad. Creo que es legítimo tener intereses de una relación humana en la que se invierte tiempo y espacio pero también creo que en la mayoría de los humanos prima el egoísmo y la mentira. 

En mi trabajo el ambiente es aburridor. La empresa no va bien financieramente y se comienzan a sentir los temblores de la crisis. Dos colegas van a ser trasladadas de área y a una de ellas la voy a extrañar particularmente. Siempre hay drama cuando les digo a los líderes de muestreo que han cometido errores y la gente en general, no sabe discutir, ni reconocer cuándo se equivoca.

En vacaciones estoy pensando ir a la playa. Lo sé, soy un privilegiado y me quejo de serlo. Pero quien ha leído este blog también debe saber lo que me costó llegar dónde estoy. Durante la pandemia, tras consumir pastillas para poder dormir, la médico que me atendió me dijo que yo le parecía particularmente valiente por haberlo dejado todo e irme a vivir a un lugar donde no tenía nada. Y sí, soy una persona que alberga muchos miedos pero que la vida ha forzado a ser valiente y enfrentarse al mundo de frente, con todas sus fuerzas.



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