Se levanta como todos los días, pero hoy no es un día casual. El clima está bastante frío y su habitación congela los sueños de seguridad en las sábanas y paredes pálidas, ya no hay tiempo para pintar, las paredes son blancas y blancas se van a quedar; hay una edad en la que el hombre es supremamente frágil; sentado en su cama mira hacia el infinito y siente un extraño sin sentido, capta los vasos vacíos, el espacio entre los átomos del horizonte e inclusive la distancia entre su pasado y el presente.
Se viste como de costumbre, sin aparentar debilidad ni siquiera en la intimidad. El pecho en aquel traje aún lleno de humedad alcanza la temperatura de la sabana. Su auto, es como una mano, una pierna o un tatuaje, hace parte de su ser... con su brillo aparenta gloria mientras que su velocidad añora la huída. Aquella mirada en el espejo llena de preguntas, casi tan inocente como la de un niño, pero tan experta como la de un adulto, permanece intacta.
Esa piel desea contar historias, contar rechazos, tristezas... algo de humor, de alegría y nostalgia pero no es el momento, nunca cruzaría aquella barrerá entre lo cotidiano y lo trascendente. Una que otra daga en el corazón, éxitos profesionales similares a una brisa llena de polvo, los cuales no alcanzan a ser argumento para llenar los hoyos en sus pensamientos. Esta mañana bebió algo de soledad. Entra a su empresa, saluda a todos con su patriarcal sonrisa y logra mantener la seguridad que nunca tuvo. Camina directo hacia su oficina, ya no es un adolescente, pero tampoco es un viejo, ya no es un niño, ya no puede fingir, algo pasó, nadie sabe qué, un yo no sé qué.
Mira a lo lejos entre la neblina matutina y sabe que ha llegado el momento, de contar su historia, la historia de un hombre.
3 comentarios:
Hay días que no dejan de sorprenderme...
Buenas tardes... Contar su placeres,
marcar sus desatinos,
buscar sus sueños.
Ese hombre ha de vivir.
Gracias. Garsil
wao
Solo quitas el carro y obtienes una descripcion muy parecida a una que ya conozco...
...la mia.
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