martes, 14 de diciembre de 2010

Tatoo

Hay quienes piensan que fotografiar modelos y paisajes es una fortuna. No sólo en eso consiste mi trabajo, también consiste en revelar. Lo que la mayoría ignora es esa necesidad de algunos de vivir esta extraña vida bohemia, un momento frente a las camaras y otro en profunda soledad con la compañía de una roja luz y el respirar de un espectro.
Muchos y muchas le temen a los fantasmas, eso hace mucho tiempo dejó de tener significado para mía, después de horas y horas en profunda soledad, acompañado por la iluminación más sospechosa, posterior a encuentros inesperados en las noches bogotanas con los sonidos y pasos más extraños en el cuarto de revelado, estás preparado para cualquier cosa.
Desde hace un mes decidí comenzar a investigar el pasado sin importar cual de todos sea. Comencé por ir a la hemeroteca de la biblioteca Luis Ángel Arango, veía presidentes, cronistas, intelectuales y muchos otros personajes que en unas decenas de periódicos al igual que las grandes masas, quisieron cambiar el mundo y sobre todo... a ellos mismos.
Me percaté en esta búsqueda morbosa de otros tiempos la diferencia antes y después de la libertad de presan. La polarización de las naciones y sus efectos colaterlaes, el lenguaje y su influencia sobre la percepción de las sociedades pero sobre todo, de las miradas en las fotografías. Mi interés de repente se volcó únicamente sobre las miradas, algunas alegres, llenas de impunidad, presidenciales, honorables, llenas de poder, locas, vacías, pretenciosas... Pero fue esa mirada, únicamente esa la que me llamó la atención. Un niño sostenía un carrito de juguete y miraba al cielo mientras el bogotazo se comía la ciudad.
Pretender quedarse en el mismo estado después de percibir la fotaleza de esa imagen sería un suicido. Decidí comenzar a revelar los rollos prohibidos de la ciudad. Iba donde personajes ilustres, pedía ciertas fotografías a ciertos museos y con el tiempo una afición histórica se convirtió en una manía estética. Quise encontrar una mirada similar a la de ese chiquillo, era como si quisiera quitarme o llenar ese vacío... Es imposible llenar un vació buscando, simplemente se llena pero para quien lo tiene eso nunca será suficiente.
Ya no me interesaba si era el bogotazo o las fotos de cientos de cadáveres que carga nuestra nación en su archivo. Quería revelar las miradas del pasado a costa de lo que fuera. Pasaba horas y horas en el cuarto de luces tenues pretendiendo encontrar un yo no sé qué ¿sentido? No lo sé. La fotografía que estoy descubriendo en estos momentos es la de un ama de casa, vivió su vida en profunda soledad, era viuda, posterior a la partida de sus hijos y su hijita la menor, decidió entregarse a la perfección de los quehaceres del hogar. Encontró en la fotografía la forma de darse cuenta de sus errores según veo, desde los mismos ángulos tomaba la imagen bajo la misma acción, esta vez está desenpólvando la mesa principal. Parece que no estaba sola, al fondo se ve una oscura mancha que según parece era su amigo, un gato, creo. Ese maldito teléfono otra vez, tengo que buscar el pan de cada día, de modo que contesto o me muero de hambre.
-quihubo Julián-
-¿cómo te va men?- me responde con muchas voces femeninas de fondo
-bien bien ¿y vos?-
-todo bien hermano, vengáse ya para acá, el desfile comienza en cinco minutos- me lo dice con ese típico tono entre autoridad y compañerismo
-listo ya voy para allá- cuelgo el teléfono
Julián es algo así como mi amigo-socio. Ese tipo de amigos con los que te tomas un coktail y sabes que te va a llamar para que tengas trabajo toda la vida. Me quedo mirando la foto, cae uno de los rollos de fotografía y me doy cuenta que me va a visitar otro espectro. Le digo que no tengo mucho tiempo pero para ellos el tiempo no es corto ni largo, simplemente tiempo.

1 comentario:

JP dijo...

Ya hay dos Julianes entonces...