domingo, 2 de octubre de 2011

¿Qué le queda al androide? Esperanzado lanzando hojas al viento, bailando entre luces como si tuviera motivos... Depredando las razones, recordando entre rincones, memorias que se van; el barco encallado viene.

Mirando el océano, como si recordara, como si el subir del mar trajera escombros y recuerdos. Se delata, una y otra vez lo piensa, cual vida indigna de desear amores inexistentes; cae una gota de agua y el sol diluvia en silencio, la prensa del corazón se indigna y la soledad cambia su nombre.

Estrellas apuntando, cortando el fuego de sus ojos que con odio envenenan el agua. Los deseos se guardan en esquinas y el tabloide en el cual fue escrito su destino, ya mojado por la lluvia espera nuevos amigos. Los maestros se miran confundidos, no entienden qué sucede, todo ha acontecido... La felicidad es una amiga añeja, la revolución una constante y el silencio un camino.

Palabras más, palabras menos, el androide emerge del lago de esperanzas. No hay camino sin espinas, ni recorrido sin caidas. El galope de la vida lo condujo a ese lugar, donde se necesita sólo personalidad para soñar y los muñecos hablan, niñez invocada. Amigos inexistentes, vielas moviendo el corazón, explosiones en la tez, pasados enamorados, presentes de flormorados... Presentes de inspiración.

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