Decidí vivir una vida pequeña donde se pudiera contemplar lo grande: un nido en las nubes, desde el cual faltaba estirar un ala para comprender la inmensidad de la metrópoli del eterno devenir. Ruge el monstruo, lleno de saliva automotor y sueños gaseosos; ahuyenta todo rastro de vida, desarma el alma y descompone el corazón.
Al principio los humanos creían tener esta llanura que llaman ciudad, luego comprendieron que ella los tenía y no los soltaba: el destierro era un castigo reservado a los peores representantes de las leyes humanas ¿de qué sirve ser de carne y hueso? ¿De qué sirve soñar de mil colores? Si todo se reduce al veredicto de un juez.
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1 comentario:
Es triste, quizás no sirva de nada...
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