Eran las 6:00PM, ella limpiaba la grasa en las paredes. Una cortina se movía al ritmo de la brisa taciturna de la tarde tibia. A lo lejos había nubes de todos los colores, el firmamento le recordaba los vitrales de la iglesia de principios del siglo XX, con la virgen estacada sobre un fondo celeste. Las nubes verde neón devoraban el rosado del este y al fondo, el azul intenso, el color taciturno.
Se asomó a la ventana y miró los reflejos que caían sobre los cristales de sus vecinos. Los pájaros encerrados en jaulas, cantaban desesperados en las cocinas de mujeres solas. Había niños que jugaban en el patio frente a su cocina, uno de ellos le gritaba al otro: "Daniel, Daniel, ya nos tenemos que ir". Los ojos semicentenarios de la mujer del nororiente bogotano se llenaron de humedad. Preparó café y mientras veía el atardecer susurró: "Daniel, Daniel".
Camino por la sala, suspiró. Se acercó a una habitación desocupada hace años y miró con atención la foto del joven que alguna vez cuidó. Tomó un enorme oso, el cual llenó infancias de otro y se dedicó a dormir mientras repetía:"Daniel, Daniel".
2 comentarios:
Cuando se ha querido mucho y se echa de menos tanto, el sueño nos abraza con su presencia.
Daniel es un nombre precioso.
Buenas tardes... Caminar y recordar,
imágenes llenas de color,
hermoso chapinero,
campanarios perdidos,
olvidados los rostros,
poco a poco olvidados...
Gracias
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