Sólo déjame llorar un poco, sé que he de parar antes de secarme. Ningún árbol es bobo, menos si tiene dos piernas... Patas, o como les quieras llamar. No preguntes qué pasa, sólo escucha el silbido de la mirla y déjame vituperar los días azules. Tal vez exista el paraíso y tal vez esté en algún lado pero estamos lejos.
¿Por qué callar la melancolía? ¿Debería pensar como los griegos clásicos que llorar es una actividad preferiblemente femenina? ¿Debería renunciar a la libertad que nos da el drama? ¿Me corresponde olvidar que nos fueron dados ojos para ver y comprender el mundo? No sólo tienen una función orgánica. Miramos los paisajes y brillan; se abren como ventanas de altas latitudes en la época de primavera. Ensordece su expresión si la vida se llena de puntillas ¿por qué habría de negármelos? ¿Por qué habría de negarme?
No ocultaré señor árbol que asimilar todo esto ha sido un reto, que a diario pienso en los motivos y me latigo hasta que el alma me quede hecha un rompecabezas. Lo peor es que no sé a quién culpar ¿para eso está Dios, verdad? Para eso...
1 comentario:
La sombra de los árboles está para eso: para acogernos el alma cuando está hecha, como tan lindamente dices tú, un rompecabezas.
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