Es inevitable vislumbrar un autor de la literatura, hacia la literatura y en la literatura. Su forma de escribir cita y construye a través de la enorme red de lo escrito. La relación con las letras y las palabras es íntima. Un ejemplo de lo anterior es la constante referencia al comportamiento de lo escrito en diferentes espacios o circunstancias: los sueños, el recuerdo y la imaginación.
Una de las temáticas transversales es el infinito, el universo y su relación con la palabra. Es constante la alusión a los laberintos, a su connotación moral y a la enigmática criatura con cabeza de toro. El tiempo no es lineal, a menudo cobra nuevas geometrías. Reina en la obra una exploración sobre la posibilidad de cambiar los pasados. Hay una enorme conexión con la teología y sus diferentes teorías.
El desierto resulta un laberinto que aún despierta pasiones en los occidentales. Lo lejano, Asia, la India, los califatos, las monedas y las ciudades antiguas, en paralelo a tiempos pendientes de rastrear construyen una prosa fascinante, enigmática y diciente, similar a un cortometraje.
Quizás sea resultado de mi origen latinoamericano pero independientemente de la excesiva erudición, el gusto o disgusto por las temáticas, o si sencillamente entendí, sus textos me dejaron atrapado y aceleraron enormemente mi velocidad de lectura.
"...Es el símbolo de los números transfinitos, en los que todo no es mayor que alguna de las partes. Yo querría saber: ¿Eligió Carlos Argentino ese nombre, o lo leyó, aplicado a otro punto donde convergen todos los puntos, en alguno de los textos innumerables que el Aleph de su casa le reveló?..."
2 comentarios:
Borges atrapa, Borges subyuga, Borges invita a leerle una y otra vez. No podría ser subjetiva nunca con él. Y mi origen no es sudamericano, así que, creo que levanta pasiones universales su escritura.
El Aleph es uno de los libros que me han marcado, realmente diría que todo J.L. Borges. ¡Maravilloso, SIEMPRE!
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