domingo, 17 de enero de 2016

El Libro de la Arena - Jorge Luis borges (32/50)



Jorge Luis Borges conduce de nuevo al lector hacia temas universales con "El Libro de la Arena". Diserta sobre el devenir de los individuos, el amor, las empresas universales, los símbolos geométricos, la rectitud moral de los norteamericanos de  la zona norte, entre otros.

Dividió el libro en 13 relatos. Sobra decir que el estilo del argentino hace constante referencia a otras obras,  con especial preponderancia de los autores ingleses y nórdicos. Entre sus cuentos, "El Otro" trata uno de sus conceptos favoritos: la duplicidad del hombre y su inevitable devenir. Dos versiones del mismo sujeto se encuentran en un mismo lugar pero vienen de épocas distintas. Destaco el elemento onírico (y sus acostumbrados finales sorpresa) en el que el anciano descubre que su joven otro yo, había accedido al lugar del encuentro a través de un sueño.

Ulrica revela admiración por el fenotipo nórdico (la  plata y el oro). Creo que es precisa la oración del protagonista (un profesor de la Universidad de los Andes) acerca de mi nacionalidad:

"...Me preguntó 
-¿Qué es ser colombiano?
-No sé- le respondí-. Es un acto de fe..."

"El Congreso" versa sobre una empresa universal cuyos límites se desdibujan. Un grupo de sujetos  busca representar a la humanidad y termina por toparse con los rasgos banales de los seres humanos.

En "El Espejo y la Máscara", se destaca el misterio y la oscuridad que Jorge veía en las letras: un rey reta a un poeta a hacer una alegoría acerca de una de sus victorias; debe ser su mejor obra. Cuando por fin lo logra,  el rey y el poeta pierden la razón.

Me gustó particularmente "El Disco" en el que un leñador sajón se encuentra con Isern, el rey de los Secgens. Ahora sin reino, guarda en su mano el disco de Odín, que rehúsa  entregar al leñador. Éste último lo asesina y no logra nunca obtener el disco... Pues es lo único en el universo que sólo tiene un lado.

Hay más relatos que el lector puede descubrir por su propia cuenta. En general los escritores cuando encuentran su estilo lo reproducen. Leo a Borges cuando quiero descansar. En sus libros siento  el sonido suave de las bibliotecas y  el olor a escritorios de cedro. Me gusta que logra detallar épocas que no existen ya. No abusa de los detalles oníricos. Sin embargo, a veces percibo que es un espectador desde la  tribuna: el niño que no jugaba con barro. Añoro aunque sea un poco de visceralidad. Pero es una tontería desearla;, su propuesta persigue lo universal y se necesita ser un yo bien particular para padecer, disfrutar, rechazar o acoger una cotidianidad también particular.  


4 comentarios:

Atticus dijo...

Quienes hemos leído a Borges dividimos nuestra particular historia de lectores en antes y después de Borges (a.B. y d.B.). En mi caso, además, "El libro de arena" fue el primero. Aún recuerdo el deslumbramiento al leer "El otro", el cuento que da título al volumen y todos los demás. No me importa qué cuenta, sino el hecho de que Borges es un género en sí mismo. Su modo de narrar, repleto de referencias (espejos, Platón, los tigres, laberintos...) no es nunca pedante, pero sí culto. Entiendo que a los lectores de banalidades Borges no les diga nada. Para algunos es Dios escribiendo. Por cierto, mi favorito es "La casa de Asterión", aunque no sea de este libro que comentas.

Vicky dijo...

Atticus, Borges es como su mausoleo: un mosaico de la literatura. Un monstruo cargado de minotauros, espejos, dobles, viajeros del tiempo, puntos con ubicuidad, inmortales que escribieron la Odisea y amantes de la lluvia.

"...Pienso con esperanza en aquel hombre que no sabrá quien fui sobre la tierra..."

No obstante, es un escritor universal. Y por lo mismo, se convirtió en uno de sus hombres inmortales y cavernícolas que escribían sobre la arena obras milenarias.

No sé si sea Dios escribiendo pero creo que la imagen mental que mejor lo describe es una que retrató en uno de sus poemas: un monje que escribe sin parar en una torre sin puertas y escaleras.

CrisC dijo...

Recuerdo mis primeras lecturas de Borges y aquel deslumbramiento.

Como a Atticus, "La casa de Asterión" me parece colosal. Recuerdo también el mazazo brutal de "La intrusa". Y aquel imposible, infinito y mágico aleph oculto bajo una escalera... O algo así.

Ser colombiano debe de ser un asunto jodido, pero ineludible y, por qué no, lleno de esperanza.

Vicky dijo...

CrisC,

Al contrario, con él no sentí un deslumbramiento. No fue algo súbito; fue paulatino. Algo de comenzar a quererlo, a entender su humor negro y sus metáforas sencillas.

Poco a poco, noté genialidad. Después lo percibí como un ser humano grande.
Mi cuento favorito es "El Inmortal".

Y sí, ser colombiano no es fácil, no sólo por los agentes de inmigración. Simplemente es algo confuso que a menudo los historiadores nacionales no logran descifrar.