Los argentinos y los mexicanos dicen que tienen acento neutro. Los bogotanos no somos la excepción. Pero hay una explicación para que nuestra sociedad sea inconsciente de su propia musicalidad y es que rara vez migramos. A diferencia de las otras regiones que vienen en grandes cantidades a afincarse en el altiplano cundiboyacense, los bogotanos vivimos en unas burbujas que nos hacen pensar que nuestro dialecto es suave, impoluto y "neutro".
Los bogotanos no tenemos prisa, tenemos afán.
No caminamos aceras plagadas de maleantes. Nos desplazamos por andenes llenos de rateros (o de políticos).
En los años noventa no había policías de tránsito, eran chupas.
Y cuando no sabemos de algo, hacemos uso de términos latinos con el objetivo de embaucar. Perdón, con el objetivo de descrestar.
No somos difíciles en el Transmilenio, somos fregados.
No somos presumidos, se nos suben los humos (y siempre hay quien se los baje a uno).
Y los hombres que les gustan los hombres no somos maricas, ni afeminados, ni subnormales, somos "voltiados" (y hasta izquierdistas).
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