Ni hablar de su vida amorosa: Nunca tuvo novio, la mitad de su día era una mujer aplicada, parecía sacada de una abadía y la otra mitad, presa de las hormonas, buscaba falos grandes en chats de mala muerte. Pero nunca pasaba de una jornada entre sábanas. Debía variar o debían variarla. Y algo se quebraba en su interior pero no se trataba de tonterías del corazón, simplemente le gustaba ser tierna y le molestaba la rudeza de los hombres de esta ciudad.
Por eso era extraño. Que a Juanita la recepcionista del Hotel Tequendama le llegaran flores o pendejadas para justificar un orgasmo habría sido aceptado por todos; sin embargo, que a la mitad bestia, mitad fea le llegara un botellón con un poema de Neruda era tan siquiera llamativo:
"...Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado..."
Todos se rieron cuando notaron que el mensaje no era una declaración. Si acaso una ruptura, una burla... Un desagravio. Excepto a Don José, chapineruno hasta el tuétano y con una mitomanía propia de la edad. Comprendió con un dolor casi olvidado que hay historias que comienzan al revés: Desde el fin.
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