Herman Mussert se despierta en una habitación en Portugal y se pregunta si quizás es otro. Si tal vez, debería llamar a su sí mismo como a un extraño. Frente al espejo, que declara es maldito porque no puede atrapar nada, descubre que es él.
Entonces se crea una disyuntiva entre dos seres que son el mismo pero que habitan tiempos distintos. Herman Mussert de Ámsterdam y otro en Portugal. El primero vive en el pasado, es profesor de un Instituto y duerme con angustia. Le dicen Sócrates de forma burlona. Por aquella época, estaba enamorado de Lisa D'India, una jovencita destacada en todas las ramas del conocimiento. Tenía el cabello rojo y los ojos verdes, ojos ibéricos, según el narador, como ésos que pueden ver a lo lejos como el águila.
Sócrates es amante de María Zeinstra profesora pareja de otro colega (Arend). Y como todos los amantes, tienen relaciones sexuales, juegan a descalificarse, filosofan sobre el cielo o sobre los nombres griegos de las constelaciones. Es entonces cuando una de las discusiones fundamentales sobre el tiempo emerge ¿Es lineal? ¿Somos el mismo? ¿Somos un segundo frente al mundo de las estrellas? ¿Son los nombres una forma de llamar algo irreal que no representa nada sino la unión de puntos al azar sobre el firmamento?
Finalmente, María Zeinstra decide irse a vivir con Sócrates no sin antes abrazarlo y besarlo dejándole claro a Lisa D'India el lugar que ocupa en la historia. Al día siguiente llega el marido borracho y celoso a golpear a Herman.
Sócrates es despedido y los profesores vuelven a estar juntos y dar clases en otro instituto. Mussert se dedica de lleno a escribir crónicas de viaje del doctor Estrabón.
Dos temas son transversales a la trama la transformación y el tiempo. Ambos universales y quizás el narrador presta especial atención a la Metamorfosis de Ovidio. Agradezco que sea un libro corto porque lo que hice en este texto fue aplanar una historia completamente anacrónica y basada en una voz que cuesta atar a un punto temporal: Un ser que se ve a sí mismo durmieno angustiado en el pasado.
Lo que más me gustó fue precisamente esa imagen: Un ser que se ve en el pasado soñando con angustia.
De Nooteboom destaco que me lleva siempre a los paisajes europeos, especialmente a algunos tan ajenos a la política y la corrupción típica de mi contexto. Me gusta que me aleja de mi ciudad radioactiva, llena de smog, repleta conductores furiosos, saciada de caños malolientes, apestada de homosexuales endofóbicos que les da miedo besar en los labios y melancólica, muy melancólica de madrugada.
2 comentarios:
Cuánto te llama la cuestión del otro…, aunque por lo que cuentas se trata ahora de más de uno y, para complicarla, asoman el Tiempo y los nombres…
Recuerdo a García Márquez refiriendo que en un tiempo extraño que ahora no sé si era el de Macondo, las cosas no tenían nombre y para designarlas había que señalarlas con el dedo.
Recuerdo a Borges, cómo no, cuando dice que quizás del otro lado de la Muerte sepa si sólo ha sido una palabra o alguien.
Da susto esa fauna que habita tu ciudad, Vicky, cuídate.
CrisC, me has hecho notar que me llama mucho la atención la multiplicidad del ser. Y en este caso son uno pero en tiempos distintos, que se conectan en un espacio onírico.
Y lo de García Márquez efectivamente sucedió en un pueblo colombiano: Los habitantes se aislaron reproductivamente y desarrollaron altas tasas del alzheimer.
Respecto a Borges, cómo no citarlo, en uno de sus poemas decía que las palabras eran arquetipos y que por ende Rosa guardaba la rosa entre sus letras.
Y sí, mi ciudad es espantosa y a veces fabulosa, cómo entenderla.
Un abrazo.
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