martes, 16 de octubre de 2018

Uno en Mil Hombres

Mario Mendoza decía que en su habitación también estaban esas versiones suyas que vivieron otra vida ¿quién podría ser yo?

Podría ser el biólogo, que no pude llegar a ser porque en un juego del destino, mi aplicación no llegó a la universidad de destino. Quizás estaría vendiendo galletas en una tienda de barrio, con un cartón adolorido, pidiéndome a gritos que suba a los glaciares a investigar al águila de páramo o a los frailejones que se mueren o al oso que camina lento o a la serpiente que se desliza sobre las rocas.

Otra versión mía, quizás calzaría botas de fibras de palma y mendigaría a las siluetas de los árboles un buen cuadro que vender en el centro de la ciudad. De no ser porque me enfrenté al decano de la facultad de artes de la Universidad Nacional, quizás, sólo quizás, entendería en qué pensaban las mujeres de Degas.

¿Y si hubiera amado los libros más joven? ¿Y si hubiera bebido autores antes de la mayoría de edad? ¿Y si hubiera bebido otras voces? Quizás estaría en un pequeño recinto, de muchachitos alternativos, con la típica barriga de quienes se acercan a los 30. Pidiéndoles que entiendan la diferencia entre el realismo y el surrealismo. Suplicando limosnas, leyendo en las noches y amando las madrugadas. Embriagado los fines de semana. Tendido con sacos de lana, motosos por el uso y recostado, suplicándole a Barbajacob, que me lleve al corazón de la naturaleza.

¿Profesor de idiomas? Parecía que estaba escrito en la palma de mis manos cuando descubrí la facilidad que tenía para aprenderlos a mis 15 años. Andaría en bicicleta, haría canciones para adultos mediocres que detestarían tanto la clase como yo. Me metería a pirámides financieras buscando abandonar cocinas viejas y habitaciones arrendadas de a peso. Y haría el amor con personas que no podrían descifrar las cosas que digo mientras duermo.

¿Y si me hubiera arriesgado con Paulo o con Mauricio? ¿Sería feliz? ¿Sería un hombre feliz? ¿Sería un hombre? ¿Sería uno en mil hombres? ¿Quizás sería, mil hombres en uno?

De niño quería ser mago, manipular los elementos, volar (para escapar de las golpizas de mi papá), mutar, transmigrar, evolucionar y retornar. Lo cierto es que la magia no la he encontrado en varitas, ni en secretas invocaciones. A menudo pienso que la magia surge cuando uno menos la espera; como un cazador al acecho, que espera que su presa se despite ¿Sería presa o sería mago? 






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