En el invierno compré este libro cerca a la Biblioteca Central de Bavaria. Tengo la convicción de que una cultura se conoce a través de su historia y de su idioma. Ambas cosas, completamente falsas, pues una cultura se conoce a través de sus tabús. Sin embargo, suelo decir eso a los locales para convencerlos de que me esfuerzo en adaptarme.
Frente al libro, debo decir que me gustó. Lo encuentro un poco extenso pero para las naciones europeas, que impusieron su historia al mundo, es apenas corto. No es un libro propiamente de historia, es más bien una semblanza de la historia a través de relatos específicos. En los primeros apartes, habla de la unificación de Alemania, de los reinos que lo precedieron a través de temas como la salchicha y la cerveza. Habla sobre la corona de Carlo Magno, avanza hacia la constitución de Prusia y la famosa cámara de ámbar que duró décadas en Kalinisgrado como prueba de ese esfuerzo naciente. En ese sentido, me atrevo a decir que es un libro inteligente que desarrolla con anécdotas temas que son complejos y a menudo espinozos.
A diferencia de otros libros que he leído sobre "historia", en este caso, el tema del nazismo no se evade pero sí siento que se toca con algo de ligereza. En el caso del libro de historia austriaco que tuve en mi poder, siempre pretendía hacer atajos para no reconocer la responsabilidad de Austria en el holocausto judío. Y debo aclarar que el racismo y el holocausto, son dos grandes tabús en Múnich. En Odeonsplatz, desde donde Hitler daba sus discursos, nadie lo menciona y la palabra racismo sólo la he visto empleada con valor por Ángela Merkel. A diferencia de lo que creen las feministas, pienso que lo que no se menciona sí existe y constituye un fantasma inseparable de la identidad de un individuo o un pueblo. El fantasma de Alemania es que es el centro de la civilización europea pero las conductas históricas frente a lo extranjero y a lo desconocido, sólo delatan barbarie.
En ese sentido, lo que denomino "ligereza" en el libro de MacGregor podría ser astucia. Escribe sobre el holocausto haciendo énfasis en una de las inscripciones de uno de los campos de concentración. Para esa época, los nazis habían desterrado a la Bauhaus y negaban el magistral desarrollo de la tipografía buscando letras simples y toscas. Pues en el campo de Buchenwald, la inscripción de entrada tenía todos los elementos atísticos de la academia expulsada. Así, los judíos al entrar veían a manera de saludo anárquico esa plaqueta. Más tarde cuando los alemanes perdieron la guerra, Eisenhower forzó a los ciudadanos de los territorios vecinos a ver lo que había ocurrido en sus narices.
Me pregunto si yo como colombiano tengo derecho a venir a hablarle a una cultura extranjera sobre su historia y además poner el dedo en la yaga. Lo digo porque vengo de una de las sociedades más violentas sobre la Tierra. Si allá yo era homosexual, aquí soy extranjero, es una suerte de destino de ser "el otro". Sin embargo y a pesar de mi insuficienencia moral, creo que todos tenemos derecho a apuntar la vista hacia los conflictos de una sociedad, más cuando se pertenece al grupo involucrado. en ese sentido, veo necesario hablar de racismo, de categorización, de la incompatibilidad de la salud mental y la disciplina. Eso lo puedo dejar para después, el tema de este post es el libro, así que a volver a él.
Lo que más me gustó es que pude entender un poco más a los bávaros y su persistencia en diferenciarse del resto de los alemanes. Su historia intentando luchar durante la unificación alemana como Estado Independiente, su calidad de reino durante la época de Napoleón, su posición en la historia personal de Hitler (quién odiaba Viena y amaba a Múnich) y su posición contemporánea Como la sede principal de BMW (Bayrische Motor Werke).
Nota al pie: Cuando llegué a Múnich, noté pocos afrodescendientes, la mayoría de ellos poco notorios, intentando mimetizarse con los colectivos. Ayer estuve en Marienplatz tomando cerveza con unos amigos. No había notado que los negros se estaban manifestando, creo que como respuesta a las olas antirracistas en Estados Unidos. fuela primera vez que vi grupos grandes de negros que caminban por el centro de Marianplatz (donde también caminó Hitler) y se manifiestaban en voz alta, con el colorido en la ropa y los estilos. Luego me subí al metro y vi a dos mujeres aparentemente africanas, hablando su idioma en voz alta, con los vestidos de su sociedad. Dos blancos unas sillas atrás hacían cara de aturdidos y ellas seguían hablando sin determinarlos. Finalmente, ellos decidieron hablar de un tema cotidiano y aceptar que un par de extranjeras deseaban usar su idioma sin vergüenza en un medio público. Las miré y sonreí dentro de mi tapabocas. Creo que los tiempos están cambiando, ahora sí, de verdad.
A diferencia de otros libros que he leído sobre "historia", en este caso, el tema del nazismo no se evade pero sí siento que se toca con algo de ligereza. En el caso del libro de historia austriaco que tuve en mi poder, siempre pretendía hacer atajos para no reconocer la responsabilidad de Austria en el holocausto judío. Y debo aclarar que el racismo y el holocausto, son dos grandes tabús en Múnich. En Odeonsplatz, desde donde Hitler daba sus discursos, nadie lo menciona y la palabra racismo sólo la he visto empleada con valor por Ángela Merkel. A diferencia de lo que creen las feministas, pienso que lo que no se menciona sí existe y constituye un fantasma inseparable de la identidad de un individuo o un pueblo. El fantasma de Alemania es que es el centro de la civilización europea pero las conductas históricas frente a lo extranjero y a lo desconocido, sólo delatan barbarie.
En ese sentido, lo que denomino "ligereza" en el libro de MacGregor podría ser astucia. Escribe sobre el holocausto haciendo énfasis en una de las inscripciones de uno de los campos de concentración. Para esa época, los nazis habían desterrado a la Bauhaus y negaban el magistral desarrollo de la tipografía buscando letras simples y toscas. Pues en el campo de Buchenwald, la inscripción de entrada tenía todos los elementos atísticos de la academia expulsada. Así, los judíos al entrar veían a manera de saludo anárquico esa plaqueta. Más tarde cuando los alemanes perdieron la guerra, Eisenhower forzó a los ciudadanos de los territorios vecinos a ver lo que había ocurrido en sus narices.
Me pregunto si yo como colombiano tengo derecho a venir a hablarle a una cultura extranjera sobre su historia y además poner el dedo en la yaga. Lo digo porque vengo de una de las sociedades más violentas sobre la Tierra. Si allá yo era homosexual, aquí soy extranjero, es una suerte de destino de ser "el otro". Sin embargo y a pesar de mi insuficienencia moral, creo que todos tenemos derecho a apuntar la vista hacia los conflictos de una sociedad, más cuando se pertenece al grupo involucrado. en ese sentido, veo necesario hablar de racismo, de categorización, de la incompatibilidad de la salud mental y la disciplina. Eso lo puedo dejar para después, el tema de este post es el libro, así que a volver a él.
Lo que más me gustó es que pude entender un poco más a los bávaros y su persistencia en diferenciarse del resto de los alemanes. Su historia intentando luchar durante la unificación alemana como Estado Independiente, su calidad de reino durante la época de Napoleón, su posición en la historia personal de Hitler (quién odiaba Viena y amaba a Múnich) y su posición contemporánea Como la sede principal de BMW (Bayrische Motor Werke).
Nota al pie: Cuando llegué a Múnich, noté pocos afrodescendientes, la mayoría de ellos poco notorios, intentando mimetizarse con los colectivos. Ayer estuve en Marienplatz tomando cerveza con unos amigos. No había notado que los negros se estaban manifestando, creo que como respuesta a las olas antirracistas en Estados Unidos. fuela primera vez que vi grupos grandes de negros que caminban por el centro de Marianplatz (donde también caminó Hitler) y se manifiestaban en voz alta, con el colorido en la ropa y los estilos. Luego me subí al metro y vi a dos mujeres aparentemente africanas, hablando su idioma en voz alta, con los vestidos de su sociedad. Dos blancos unas sillas atrás hacían cara de aturdidos y ellas seguían hablando sin determinarlos. Finalmente, ellos decidieron hablar de un tema cotidiano y aceptar que un par de extranjeras deseaban usar su idioma sin vergüenza en un medio público. Las miré y sonreí dentro de mi tapabocas. Creo que los tiempos están cambiando, ahora sí, de verdad.
2 comentarios:
Me gustó también mi visita en Alemania ❤
Yo la estoy descubriendo, para serte sincero
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