domingo, 28 de junio de 2020

Los Miedos de un Gay


Me gustaban los hombres desde niño, no todos pero sí algunos. Y me gustaba mirar a otros niños, detallarlos. En mi primer año de colegio, solía besarme con otro de mis compañeros. Era curioso porque lo hacíamos constantemente y en diferentes espacios públicos. Nunca nadie preguntó, ni dijo nada al respecto. Hoy él es un pianista que toca escenarios como en la Sinfónica de San Francisco, hace poco se casó y según una de mis amigas, tiene algunos dejos de homofobia.

No sé cómo me enteré que ser gay estaba mal, quizás porque el mundo es esencialmente homofóbico y en cualquier esquina donde uno camine alguien se lo hace notar. Y a pesar de que mi mamá decía que si tuviera un hijo homosexual, lo apoyaría más, dejaba deslizar un dejo de lástima. Tenía un temor inmenso a ser lo que yo era. Ingeniaba estrategias para ocultarlo, una de ellas y quizás la más absurda: Ser un hombre tan apuesto, que atrajera mujeres y clandestinamente hombres.

Luego tuve una leve fase "homofóbica". Me burlaba de algunos compañeros, hacía chistes sobre el tema. En fin, procuraba negar cualquier filiación al tema. Cualquier comentario que levemente me incriminara me generaba un estrés inmenso. La gente solía preguntarme si tenía novia (siendo un niño) y a menudo esperaban que me gustara alguna mujer. 

Llegué a la adolescencia intentando ser como mis hermanos y tener una novia a los 14 años. Y mi intento terminó de manera absurda. Me metí a algunos chats de Radioactiva. Me sentí tan aburrido que comencé a identificarme bajo el pseudónimo de una mujer. Llevé esa identidad varios meses pues disfrutaba poder hablar con otros hombres en un plan que no fuera de "rudeza" y camaradería. Por esas fechas Skype era una plataforma incipiente, que tenía una opción de hablar con ciudadanos del mundo y así comencé a conocer a otras personas que eran como yo.

Luego llegaron las citas. Y debo hacer una pausa aquí porque no es lo mismo una cita de un heterosexual a la de un gay en el clóset. Cuando me encontraba con alguien procuraba que fuera clandestino, que nadie nos viera, no demostrar el afecto, procurar pasar desapercibido. Me entraba la paranoia de que el amigo, del amigo, del amigo de mi papá se enterara y le contara. No se vive en paz en el clóset.

Ya tenía 18 y uno de mis amigos había salido del clóset. Se respiraba un aire distinto en el mundo y yo sentía que era hora. A los homosexuales siempre nos hacen la pregunta sobre nuestra vida sentimental con un doble sentido. Como si la sociedad estuviera llena de detectives y nosotros obligados a responderle. Frente a la pregunta de mi mamá "¿te has enamorado de alguna mujer", mi respuesta fue "no". Procedió a la segunda "¿por qué?". Y mi respuesta fue "porque me he enamorado de hombres". Se quedó callada y la sala se lleno de aire cargado estáticamente. Y la verdad es que era cierto, había tenido varios amores platónicos y algunos acercamientos románticos. Estaba cansado del miedo.

Ya entrado en mi juventud, mi miedo era no ser suficientemente atractivo. Procuraba nadar, trotar, cuidarme con esmero. Y curiosamente eso no se refleja en obtener lo esperado. Me preocupaba no ser escuchado, ser invisible en el mundo. A fin de cuentas, no tener amor.

Me gradué y entré a una multinacional china. Cuando mi jefe hacía comentarios ofensivos del coordinador de recursos humanos y su colega, diciendo cosas como "ellos se conocen de atrás". Me fastidiaban, me parecían expresiones obsoletas y pasadas de moda para denigrar de alguien. Comencé a sentir miedo a decir abiertamente quién era yo. Mis amigas en la oficina lo supieron pero entré en una controversia conmigo mismo porque después de casi 22 años y 18 de ocultarme, de alguna forma me tenía que meter en un nuevo clóset. Recuerdo que entre los contactos masculinos que tenía en mi celular, uno de ellos era un proveedor de Villavicencio que se saltó el protocolo profesional y me comenzó a coquetear.

Avancé, algo cansado a la edad adulta y mi mayor temor era no ser amado. Conocí personas lindas, la embarré otras veces, aprendí a cuidar los sentimientos de otros y a ser sincero con lo que quería de alguien. Comencé a ver con escepticismo a los toros sexuales, los saunas, las discotecas burbujeantes y cuando veía a hombres de 50 años, paseándose solitarios por estos lugares, como lobos heridos por cazadores, me pregunté si terminaría igual. También vi a mis amigos, con sus relaciones abiertas que lo prometen todo y además son muy "modernas" pero están llenas de contrastes emocionales que a veces parecen una competencia de poder, inclusive, en algunos casos, una forma de abuso. Y me ha rondado en la cabeza la pregunta si para un homosexual existe algún terreno firme dónde echar sus raíces.

Quizás los miedos de un gay en la edad adulta comienzan a ser a la soledad y yo, que siempre he vivido de las figuras indefinidas, he comenzado a necesitar sentir que camino por suelo firme. Quizás me estoy volviendo viejito prematuramente. Una psicóloga en el Servicio Geológico Colombiano, me hizo una prueba de ingreso y me dijo "tu dibujo refleja alguien que quisiera tener más estabilidad". Sentí que fue muy acertada. En Alemania la gente poco habla de su vida privada, de manera que la presión de tener que figurar como heterosexual y tener que salir varias veces del clóset, ha desaparecido. Y precisamente ese tipo de conductas hace que sea más difícil que mi radar detecte a otro X-Men.

3 comentarios:

Kinga K. dijo...

Mis amigos es gay y vive en un país muy homofóbico :/

Vicky dijo...

Puedo imaginar lo que experimenta tu amigo. Tuve un compañero del Norte de África que le costaba mucho el tema de la aceptación.

Anónimo dijo...

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