Con la pandemia he notado cómo personas que se mostraban tranquilas y con su vida bajo control, estallaban en ataques de ansiedad, con la sensación de perder el control. Si yo no hubiera tenido cuadros similares antes, en situaciones críticas de la vida, me sería difícil entenderlos. Lo curioso es que ahora le está ocurriendo a muchas personas, inclusive a aquéllas que se preciaban de ser "normales".
Y no me parece que tenga nada de malo hablar de las emociones. Creo que es más realista que ocultarlas bajo una armadura. A fin de cuentas, sólo los psicópatas se mantienen inmutables ante las tragedias. Sin embargo, noto cómo surgen tendencias de los "psicólogos" de red social que llaman a la gente a no quejarse por las cosas de la vida, a ver lo positivo. Por ejemplo, apenas abrí este computador, noté cómo había una noticia de una reina a la que le iban a amputar una pierna y decía que todos debíamos aprender a no quejarnos tanto de la vida.
Si bien es cierto, sienta bien algo de gratitud y reconocimiento para el propio bienestar, está muy lejos de ser curativo sentirse afortunado por no ser un niño muriendo de hambre, una niña torturada por los carteles, una reina amputada, un mendigo con lepra, un damnificado de una inundación o un enfermo de un cáncer agresivo. En esa medida, sólo se podría disfrutar la vida si alguien más tiene una calamidad. Además, no veo nada positivo en decirle a alguien con un trastorno obsesivo compulsivo o con una depresión, que el mundo está en llamas, que se sienta feliz.
Si uno lo piensa, esta tendencia de que la gente esté feliz con toda la basura que tiene que asimilar sólo conviene a los agentes públicos que no pueden brindarle estabilidad a su propia comunidad. El empleado más amado es el que trabaja sin cuidar su salud aunque no tenga elementos de protección personal. El ciudadano ejemplar es el que no recibió asistencia sanitaria, quedó inválido y se puso hacer cajas de regalo para sobrevivir. La mujer ejemplar es la que le tolera al marido que llegue borracho y le pegue. Y de esta manera podría dar ejemplos interminables de cómo los más favorecidos de una filosofía de sentir grandeza frente a la miseria, son sólo los que se benefician de ella.
Hay algo de cierto en lo que decía algún estoico (cuyo nombre no recuerdo), que parafraseando es algo así "el hombre rico no es el que lo tiene todo sino el que está lleno con poco". Quizás algunas vertientes del budismo logran entender la necesidad del desapego y de la renuncia a los deseos para alcanzar la felicidad. Sin embargo, dudo mucho que eso se logre con escenarios catastróficos, fundamentados en la menor expectativa. No sé cómo habrá de llegar la humanidad a sentirse más completa con menos necesidades pero de algo estoy seguro, las afirmaciones diarias y la visión jerárquica del sufrimiento ajeno, no conducen a nadie a la plenitud, mucho menos a un enfermo mental.
2 comentarios:
Buen post.
Gracias Kinga :)
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