Pasado el incidente, salieron con las extremidades adormecidas el par de niñas de la caverna citadina; los obreros se encargaban de enmascarar... reparar el problema del estado-nación; hace dos décadas hubo incidentes de comunicación, eventos naturales y cierto punto del desarrollo, hizo que las ciudades se independizaran y se declararn autoduficientes. Estableciendo su propio gobierno, nació inclusive la diplomacia entre las grandes urbes a lo largo del país. Era una nación, constituida por territorios profundamente independientes, algo así como ciudades responsables 100% de su sustento y futuro. El grado de capital lo ostentaban aquellas que poseían un desarrollo tecnológico arrollador, además de ser capaces de subsistir a las diversas catástrofes. Hay una ciudad central, centro de comunicación, preside las decisiones que se han de tomar grupalmente, "como nacíón". Las diferentes heridas que dejó la historia lograron que la mayoría de habitantes se conglomerara en los cascos urbanos, habiendo enormes extensiones de naturaleza pura fuera del fortín. El presidente y los ministros, son por decirlo así, de la ciudad capital, pero al mismo tiempo, quienes comunican lo que la confederación de ciudades estado colombianas comunican al mundo. Más allá del mapa conocido, no existe nada, nada... hasta el momento.
Catalina asustada y jadeando llegó a su casa, ese enorme portón lleno de flores fumigadas, contaba muchas historias, pero pocas como ésta, una criminal tocaba la puerta buscando beber del vaso de la impunidad. Su madre llorando se lanzó a abrazarla
-esos malditos terroristas, malditos, malditos. Pensé que te había pasado algo mi amor- dijo
-mami... lo que pasa es que...-intentanto responder Catalina
-nada mi amor, báñate y vete a dormir, debes estar agotada- concluyó su madre
tiritando del nerviosismo y la culpa se lanzó a la cama con Brandy. Apagó la luz, herida por ser a partir de hoy una terrorista. Las estrellas y lunas fosforescentes que los habitantes de hace muchos años dejaron en el techo, brillaban como de costumbre. En la sala de su casa, compartían el miedo y el desprecio a quienes querían robarles sus seguridad. Se envolvió bajo las sábanas y cerró los ojos, el silencio dominó su casa, ahora todos habían ido a dormir. De repente al oriente , las esferas azules volvieron a encenderse y ella de una u otra forma a respirar. Era tal su sensación de criminalidad, que decidió cerrar las cortinas. Nada le daba su derecho a conciliar el sueño. Intentó una y otra vez, pero sólo estaban esas estrellas y lunas antiguas. Un libro de portada magenta se asomaba de la biblioteca. El argumento relataba la historia de un par de amantes en el parque nacional, el protagonista prometió entregarle una rosa blanca un preciso día, a una hora exacta. Había algo que no cuadraba, tres páginas habían sido arrancadas violentamente, sin embargo en una de ellas, aquélla que no alcanzó a ser arrancada, hubo una frase que llamó su atención: "y anocheció como de costumbre, a las seis y media". En el cerebro de Catalina esto era catastrófico, pensar un anochecer a las seis y media, cuando siempre, desde que su memoria funcionaba, anochecía a las 4 y media sin falta. En su jardín sacaban a los niños, para mirar casi en posición ritual hacia el oriente y despedir el día, cerrando los ojos y soplando al cielo. Tal vez sería algo del lenguaje de la época pensó, nuevas dudas la hicieron olvidar lo sucedido y pudo dormir.
A la mañana siguiente el ministro de defensa nuclear con ira en su mirada tenía la pita de una cometa en sus manos y anunciaba grandes requisas: "los vamos a encontrar" dijo tajantemente. Se suspendieron clases y la guardia civil comenzó sus labores de búsqueda. Un terrorista sabe que tiene dos opciones una honestidad prisionera o una mentira fugitiva. Catalina optó por la segunda, salió de su casa, corrió a la estación del metro y se desplazó en ese enorme y brillante gusano blanco, tan liviano que la velocidad ni se sentía, la paz volvía a sus pies, era como estar sin gravedad. La infraestructura aéra y el diseño tan etérico del transporte, hacía que las personas se sintieran volando. Habiendo llegado a su destino, comenzó a caminar por el parque nacional, o lo que quedaba de éste. El riachuelo, estatuas enmarañadas, daban un aspecto selvático al lugar. Era éso, o ser atrapada y encarcelada por su atentado a la seguridad. Un anciano a lo lejos, se acerca con un carrito de campanas, esos instrumentos que con sonido angelical adornan cualquier aire llamaron su atención. Pero un lugar tan solitario y ese hombre con ornamentos e instrumentos extraños, sólo le daban a entender algo: "peligro". Su forma de reaccionar ante los riesgos al contrario del resto de la humanidad era quedar paralizada, en vez de correr.
Se acercó este veterano, mientras recitaba lejanos cantos religiosos:"helados a mil, a mil, a mil, helados a mil". Era un sujeto suspendido en el tiempo, eterno vendedor de helados. Paralizada, sin mover siquiera un dedo, respirando con dificultad, pensó lo peor.
-Como eres una niña tan bonita te voy a dar uno gratis- con una sonrisa paternal dijo el demente.
Viendo que la niña no respondía, tomó la paleta, la abrió él mismo y se la puso en frente a sus labios. Catalina, sin saber cómo reaccionar, pensó: "seguirle la corriente o mi vida". Con extrañeza saboreó esa paleta tan anaranjada, anunció el sabor dulce y poco a poco se fue apoderando esa sensación de su cuerpo. Primero pasó por su lengua, descendió por su esófago y llegó a algún lugar inesperado, invadió de felicidad su interior. Una sonrisa se dibujo en su rostro y quiso comunicarlo, pero seguía paralizada. Un tic tac lejano rompió el encanto, era un antiguo reloj de la colonia suiza que anunciaba la hora, eran las seis y media. El vendedor de ojos azules miró con nostalgia al occidente, queriendo decir algo sus ojos se humedecieron, pasó salibo y pudo pronunciar palabras que quedarian grabadas en la memoria de esta niña: "vendo paletas naranajas, porque no pude volverlo a ver". Una sensación de fraternidad y compañerismo surgió, miraban a lo lejos como olas calmas que se mueven en la tarde. De repente, las fuerzas especiales irrumpieron el lugar, gritaban: "quédese ahí, tírese al piso". Catalina casi llegando al paro cardíaco, sintió su vida perdida, intentaba explicar, pero nada servía. Los seres de las fuerzas especiales, junto con sus asistentes bioE apuntaban a la cabeza del anciano, se acercaron y lo detuvieron. A la niña la protegieron y custodiaron hasta su casa. No entendía nada, hasta que los medios de comunicación anunciaban con festejo que el terrorista había sido atrapado. Un anciano, avergonzado, con lágrimas en los ojos, comparecía ante un jurado, por posible terrorismo energético. Si Catalina tenía culpa, ahora, moría por ella.