Te he llamado de muchas maneras; últimamente tendía a decirte labrador dorado ¿sabes por qué? Creo que las explicaciones sobran, es un animal demasiado lindo y juguetón. Uno nunca piensa que la gente se le comience a ir, es más, pensaba que a diferencia de mi otro hermano, a ti no te iba a extrañar. Hoy entre los carros de esa autopista que no le perdona segundos al tiempo, comencé a evocar recuerdos, a sentir un leve dolorcito en el corazón: a extrañarte.
Aún no te has ido y ya comienzo a pensar en la falta que me harás, sé que es un tiempo relativamente corto, pero te echaré de menos. En mis primeros días recuerdo que te decía Pato, eras un tanto abusivo, como buen hermano mayor, pero mi compañía. Nunca te lo dije pero siempre me gustó cuando cogíamos los juguetes y dejábamos volar nuestra imaginación. A veces intentaba hacerlo solo, pero me era imposible sentir la misma emoción; por eso cuando abandonaste el mundo de los super héroes, villanos, animales sagrados, ninjas y demás... Simplemente no pude continuar, no era lo mismo.
A diferencia de mí, tú puedes abrir el corazón, por eso es fácil para la gente quererte. Debo confesarte que me incomodaba tu vida erótica, te imaginaba como alguien que utilizaba a las mujeres de personalidad débil. Sin embargo, hoy vi todo tras un lente más cristalino ¿quién soy yo para juzgarte? Yo también he vivido aventuras y son hermosas, efímeras, pero hermosas.
Siempre que puedes me demuestras que me quieres. De no ser por ti, tal vez sería el doble de frío. Me arrepiento de no acompañarte en esas noches frías que pasaste en soledad, de no ser más paciente, de no ser menos mordaz. Soy una persona insegura, te quiero, pero la ira me transforma en un experto en clavar el veneno en el corazón ajeno.
Te considero un niño, y eso está bien, por eso la gente te quiere: porque puedes reír, porque puedes llorar, porque puedes emocionar, porque cuando hablan contigo... Eres demasiado humano y sincero.
Lamento no haberte dado más, te quiero. Suerte en la gran manzana.