El reconocido autor David Foster Wallace, quien partió del mundo mediante un suicidio, regala a los lectores un compilado de cuentos titulado "La Niña del Pelo Raro".
El libro es una suerte de historias atravesadas por la metalingüística, cuyo tono ensimismado o la mala traducción al castellano, lo hacen en ocasiones incomprensible.
En sus historias constelan lesbianas con piel del color de la champaña, punks con peinados en forma de penes, vicepresidentes bisexuales, vigilantes de tornados y estudiantes de seminarios de creación literaria. Hace pensar en los escritores del sur que describen seres inimaginables en la escritura pero comunes en la calle.
A menudo el relato deja de contar una historia, se vuelve crítica, se desplaza al simbolismo y se desenlaza en acotaciones metalingüísticas. Los finales recuerdan el antiteatro, suelen ser inconclusos o dejan al lector perplejo.
El lector recorre los espectáculos de televisión, agencias de publicidad, la casa blanca y parqueaderos solitarios. Es como si tomara la realidad y la desnudara con el único objetivo de decirnos, que la cotidianidad tiene una respiración pausada y fría.
Su último cuento (eterno y algo aburrido) "Hacia el oeste, el imperio continua", medita sobre el papel de las nuevas generaciones, las cárceles, el miedo y el deseo. Plantea como un buen mago, una crítica de fondo al sistema que idolatramos.