Te erigiste tímida entre dos océanos... Víctima de la sangre derramada y de los que no saben hacer poesía, nadie escuchó ése, tu silencio que canta en el desplazarse de las ballenas. Anoche escuché un continente que tenía selvas, pájaros de colores, llanos de atardeceres interminables, ríos de delfines rosados, pampas de historias mágicas, estaciones y trópico para soñar con un clima eterno.
No creo en las fronteras, semejante invento tan poco creativo no es digno de un planeta tan majestuoso. Me susurraba un pedazo de tierra, sin nombre, o quizás con alguno, aún secreto. Víctima de conquistadores de todos los tiempos ansiosos por llamar todo aquello que veían en lo profundo del agua y la altura de las cordilleras, un trozo del planeta contaba su historia.
Ha visto levantarse y caer a tantos imperios que ve grandeza en la humildad de las pequeñas comunidades que soñaron con resplandores protectores del cielo. Ve grandeza en el pez que ansioso se desplaza con la corriente, en los venados del páramo, en los hielos del sur, en los desiertos desde donde se ven las estrellas, en la mirada de la noche y la ansiedad de un nuevo día.
Te llamaban mis ancestros el cóndor... Al norte le llamaban el águila; la profecía decía que la nobleza del primero y la fortaleza del segundo se reconciliarían en un día lejano. El ser humano no escucha; las agencias de inteligencia, las dictaduras, inclusive los que se denominan revolucionarios con pistola son incapaces de percibir los suspiros de este rincón de la tierra.
Nadie te escuchó... Corazón de paz.
No creo en las fronteras, semejante invento tan poco creativo no es digno de un planeta tan majestuoso. Me susurraba un pedazo de tierra, sin nombre, o quizás con alguno, aún secreto. Víctima de conquistadores de todos los tiempos ansiosos por llamar todo aquello que veían en lo profundo del agua y la altura de las cordilleras, un trozo del planeta contaba su historia.
Ha visto levantarse y caer a tantos imperios que ve grandeza en la humildad de las pequeñas comunidades que soñaron con resplandores protectores del cielo. Ve grandeza en el pez que ansioso se desplaza con la corriente, en los venados del páramo, en los hielos del sur, en los desiertos desde donde se ven las estrellas, en la mirada de la noche y la ansiedad de un nuevo día.
Te llamaban mis ancestros el cóndor... Al norte le llamaban el águila; la profecía decía que la nobleza del primero y la fortaleza del segundo se reconciliarían en un día lejano. El ser humano no escucha; las agencias de inteligencia, las dictaduras, inclusive los que se denominan revolucionarios con pistola son incapaces de percibir los suspiros de este rincón de la tierra.
Nadie te escuchó... Corazón de paz.
2 comentarios:
¡Cúanto amor se derrama en tus bellas palabras!!!!!!!!
te leía y comencé a latir al ritmo de canciones de Mercedes Sosa... Gracias, Vicky.
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