Los problemas son tan pequeños ante la inmensa boca del firmamento, y esos sueños tontos de fin de semana cobran valor incalculable. La valentía se se acrecenta en presencia del límite, y la soledad es cada vez más insignificante. Ninguna roca perdura una eternidad, salvo su esencia. Los miedos son pequeños y se disuelven en el tiempo como las pastillas en el agua, tan dóciles como un monje.
El odio es un capricho ante la longitud del tiempo; qué etéreos resultan esos segundos donde las palabras se nos derriten en la boca como algodón de azúcar. Qué inmensa la travesía, qué neutra la consciencia, qué libre el alma... Ninguna acción es más grande que nuestro volar, ninguna palabra, ningún dolor, ninguna traición... El camino se ha vuelto corazón y los sentidos alma.
3 comentarios:
La belleza es la eternidad mirándose a si misma en el espejo
Desde esa perspectiva de eternidad, tan bellamente descrita, todo se ve de otra manera.
Estaba triste. He leído tu texto, después he abierto la ventana y he mirado hacia arriba. Gracias, Vicky.
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