domingo, 16 de diciembre de 2012

Nombre

Corría por los prados; su piel iluminada por los rayos del sol tropical de alta montaña guardaba memorias que el viento evocaba. La gente de su región natal pensaba que no bautizar a un infante era algo fatal. Su tía muy temprano le dijo a su mamá: "si la niña no ha ido donde el cura antes de los siete años, se la lleva el diablo".
 
El 14 de enero su mamá se levantó muy temprano y la vistió de una manera particular. La niña detestaba todo tipo de ropa; la segunda cosa que más odiaba era bañarse, sólo lo podía hacer en ríos, ante la aurora como testigo. Después de llorar, hacer pataleta, suplicar... Se tuvo que resignar a usar ese vestido ridículo y caminar hasta la iglesia.
 
El sacerdote del pueblo era un sujeto de mirada inclemente. Siempre le decía a la gente que era mala, malagradecida y  sucia de espíritu. Cuando se disponía a derramar agua de la jarra de plata sobre la cabeza más inocente que nunca haya tocado el agua, Elena, la niña de la historia, al sentir que estaba fría y su aroma artificual le dio una patada y se fugó. Sus familiares la intentaron detener... Pero no fue posible, estaba molesta, tanto que se comenzó a quitar la ropa; insultaba a ese hombre de ultraderecha de maneras que cualquier rojo hubiera envidiado. Finalmente, complemente desnuda frente al santuario, con cara de crucifixión le dijo: "si usted me bautiza lo mando al infierno".
 
Las viejitas que cargaban camándula, el alcalde, inclusive el obispo, intentaron convencer a la mamá de Elena de los beneficios de un exorcismo. Dadas las condiciones para capturarla como a una demente, Elena, ahora una adolescente, se dejó llevar por las venas de la tierra: un río.
 
Pasaron los años y conoció una comunidad. Eran unos jóvenes que bailaban en los bosques e invocaban dioses milenarios. Un día, mientras se preparaba para reunirse con ellos, notó en la mirada de éstos algo severo. El olor a incienso le recordó la iglesia, los mantos blancos, evocaron ese detestable vestido que rompió frente a todo el pueblo. Uno de los miembros se acercó y le dijo: "te vamos a iniciar". De inmediato se lanzó a ese río de aguas cristalinas que conduce al corazón de una ciénaga.
 
Hoy camina sin ropa por los bosques, le habla a las enredaderas, a las mariposas y a uno que otro colibrí. Sabe que tiene la fortuna de ser una mujer sin bautismo, cuyo nombre pertenece a la pradera, a la música del viento y al sonido del cienpies.

2 comentarios:

Vía Morouzos dijo...

Me encanta, Vicky. Elena me ha enamorado. ¡Libre!

Elena P.G. dijo...

Elena es auténtica, una mujer de armas tomar, un modelo a seguir.
Un ser valiente y sincero que se escucha y actúa en consecuencia. Alguien muy bello.