Érase una vez un niño con un barquito de papel. A diferencia de sus hermanos, él no tenía un pincel o un avión; tenía un barco. Con los años creció (ni modo que no) y mientras los seres con los que vivía, eligieron un destino que los hizo satisfechos, él nunca supo qué quería.
En su adolescencia acostumbraba ver atardeceres. Pensó un día en estudiar en una carrera que no lo alejara de los pastos, de las flores y del cielo azul. Nunca estuvo seguro de lo que eligió, sin embargo se dio cuenta que ese camino lo había conducido a frías bibliotecas, personas ajenas, temas grises y libros interminables.
Pasó el tiempo y tras dar todo de sí, la vida sólo le concedió lo de siempre: incógnitas ¿a dónde irá ese barquito de papel? ¿A dónde todo ese fuerzo, esos segundos, esa parte de su juventud que perdió en una universidad? ¿A dónde va todo eso?
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3 comentarios:
Seguro que ese tiempo no será papel mojado :-)
Buenas tardes... Siempre he dicho,
estamos en un túnel paralelo,
cada uno al lado del otro,
miramos atrás y vemos lo lejano,
y al frente... otro que se acerca,
el mío.
No sabes cuántas veces me pregunté lo mismo...
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