Nadie nos dijo que nos cercenarían las alas y nos harían más pequeños que a la oruga. En los capullos se predisponía un universo diferente para cada uno. Envueltos en los sentidos y acechados por lo imperceptible: el futuro; nos dedicamos caminar y a deslizarnos por un árbol cuya corteza no era más suave.
Mordimos las hojas y luchamos. Embriones vespertinos que se rebelan ante una tarde fría. Miramos el mundo resplandecer como la única y primera palabra de un mudo. Escribimos sutilezas sobre el azahar de la naranja. Dedicamos tardes interminables a la profesión del olvido, abandonamos nuestro derecho a ver las hojas caer.
Algunas mariposas no nacieron, otras volaron libres con fuerza y las últimas fuimos cercenadas con un disparo de viento. Ahora no somos orugas ni mariposas... Sólo espectadores de los que vuelan y los que esperan.
3 comentarios:
Me quito el sombrero, Vicky.
soy de los que esperan...para luego volar...
Gran texto...
un abrazo!
Maravillo texto, certero como el filo helado de ese viento en estos inicios de Noviembre.
Un abrazo, Vicky.
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