Me levanté ansioso a las 3 de la mañana del sábado 19 de julio de 2014. Soñé que estaba en una carretera árida, con mi hermano. Anochecía, teníamos que llegar a algún lugar poblado, a la humanidad. Logramos tomar un bus, arrancó y vimos a mi madre en la carretera. Le pedimos al conductor que parara; sin embargo, él se obstinaba en avanzar sin retorno.
Pensé en darle 12000 COP, al final le ofrecí una gaseosa. El hombre de tez morena y bigote se rehusaba. Mientras pasábamos a mi mamá, con voces infantiles intentábamos llamarla. Ella corría. Me enfadaba que mi hermano pensara que sólo gritando lograríamos hacer que ella viniera con nosotros. Fue tanta la ansiedad que me levanté.
Busqué en internet los cientos de malos augurios que el sueño representaba. Le conté a mi mami. Ella me tranquilizó. Me dijo que quizás nos estábamos despidiendo, quizás debíamos continuar nuestro camino... Dejarla y seguir adelante.
Dio en el clavo y me dolió. Espiritualmente me estoy desprendiendo de mi madre. No pude evitar llorar mientras veía el cuadro de la virgen con el niño apoyado sobre su pecho. Mi mente se llenó de imágenes; recordé cuando visitábamos el altar de la virgen de Lourdes con una paloma blanca y estrellas de oro sobre un fondo azul cielo.
Nuestra relación es de ésas intensas en las que sin preguntar sabemos que está pasando al otro. Desde niño he sabido que me ama y a veces crecer es abandonar el paraíso.
2 comentarios:
Crecer, emprender el camino que nos reclama la vida. Pero mantener ese amor inmenso, aún cuando os toque vivir separados. Me ha emocionado mucho la historia, Vicky.
Creo que hay pocas emociones tan hermosas e intensas como las que se sienten al abrazar a una madre o, al menos, así me sucede a mí. Al igual que Elena P.G. no he podido evitar emocionarme. GRACIAS, VICKY.
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