domingo, 18 de junio de 2017

Feliz Día del Padre

Colombia es un país donde las madres cabeza de familia son una porción importante del tejido social. A menudo en los juzgados se decía que la madre tenía la prioridad al asignar la custodia de un niño. A tal punto que una de las obras insignes del teatro colombiano de los años noventa, indica en las primeras páginas que madre sólo hay una y padre puede ser cualquier hijueputa.

En contraparte, mi padre nunca ha huido. Ni el suyo lo hizo. Por citar a un autor que defiende ese rol debilitado, Faciolince afirma que cuando lo pusieron a elegir entre Dios o su papá, eligió al segundo, aunque eso significara irse al infierno.

Más allá de las relaciones idílicas, el amor se alimenta de la realidad hostil y profunda. Ayer me sentí especialmente conmovido con algunas de las escenas de Fallen Angels: un jovencito birracial, mudo a causa de haber comido una lata vencida de piña, vive con su padre y comienza a grabarlo. Lo sigue al baño, lo captura cuando cocina y deja la cámara encendida mientras los dos duermen con sus cabezas juntas. Por alguna razón, el papá ve a escondidas el video y no puede parar de divertirse. Cumple sesenta años y fallece. Entonces el chico que se ha dedicado a vivir sin rumbo, recoge su ropa, en silencio absoluto y comprende, que se ha comenzado a volver un adulto. Me fue inevitable contener las lágrimas. Feliz día, a todos los que no huyeron.





viernes, 16 de junio de 2017

Tras las Paredes

I

Caminando por pieles,
he descubierto poros secos,
bebidos por extraños y forasteros.
Miradas a la distancia,
que reclaman que tras las paredes,
el eco de sus pensamientos,
me revelen la angustia de su alma.

II

He recorrido
laberintos,
a minotauros,
que sólo devoran
carnes de nobles 
dispuestos a matarlos.

III

Y a menudo
encuentro especies de hombres,
tatuados por historias
que les robaron
todas las palabras.

Seres de dos rostros,
unos que dan la espalda
y otros que abrazan,
son muros y puertas,
a calles con nombres
de desconocidos,
y a carros que salen
y nunca regresan.

IV

Y miro ansioso,
esperando que los párpados
que prohíben mirar,
liberen por fin,
los labios
que hace unos minutos
empezaron a balbucear.

ICVG

miércoles, 14 de junio de 2017

Once Poetas Franceses (11/100)

"Once Poetas Franceses" hace parte la iniciativa del Distrito Capital llamada Libro al Viento por medio de la cual se entregan libros para que circulen entre lectores, libremente por la ciudad. Este ejemplar la recibí en la feria del libro 2017 cuyo invitado de honor fue Francia. 

Es una publicación sencilla y con ilustraciones interesantes. La selección y el prólogo le correspondieron a Anne Louyout y la traducción la realizó Andrés Holguín. Consiste en la inclusión de determinados poemas de Villon, Labé, Víctor Hugo, Nerval, Beaudelaire, Verlaine, Ducasse, Rimbaud, Mallarmé, Laforgue y Apollinaire. Cuenta con breves introducciones a cada uno de los autores.

Lo más me dejó pensativo de esta publicación fue la relación entre Verlaine y Rimbaud que daría para una secuela sado masoquista de "Travesuras de la Niña Mala". También me conmovió uno de los versos que decía que los humanos éramos una especie fea que no podía encontrar belleza en sus semejantes. Cuánta verdad. Si fuéramos hermosos no nos burlaríamos de los viejos o de los gordos. 

lunes, 12 de junio de 2017

Nabokov

¿Quién podría haber soñado que las píldoras
de un pedófilo serían azules como el cielo?
¿Quién habría imaginado amantes que follaron
delante de un pobre ciego?
¿Quién haría de las ventanas un tablero,
desde el cual un ajedrecista se suicidaría?


¿Cuál de todos eras tú?
¿El insomne que escribía desde un atril?
¿El zoólogo que clasificaba mariposas con pantalones de niño?
¿El jugador de tenis?
¿El ajedrecista?
¿El refugiado ruso?

Críptico en lo personal,
íntimo en lo público,
despierto en la noche,
escribiendo sobre sueños
de personas que no pidieron existir.

¿Quién eres tú?

¿El hombre tímido
que no podía dar clases magistrales
sin ocultarse entre libros?
¿O el alquimista,
que hacía de dos amantes idílicos,
un par de hermanos incestuosos?

¿Cómo terminar esta historia?
¿Qué nombre llevará esta mariposa?
¿Qué somnífero usaré esta noche?
¿A quién le he de contar sobre lo que he imaginado?

A Vera...

Relatos - León de Greiff (10/100)

León de Greiff nació en Medellín, Colombia en 1985. Fue un poeta destacado de principios del siglo XX. Hasta la fecha la única referencia que yo tenía de él, era el auditorio de la Universidad Nacional de Bogotá, hábitat de la Orquesta Filarmónica de Bogotá.

"Relatos" es un libro que conjuga sus poemas en forma de relato, usualmente invocando a un escritor que quizás admiraba pero que no dudaba en destruir entre sus versos. Su estilo se vale de palabras rebuscadas: "cribado", "albur", "virote", "adehala", "caligíneo", "acendrado", "barbilindo", por citar unos ejemplos.  También echa mano de citaciones a personajes insignes de la literatura y a lugares autóctonos como el río Cauca. Persigue la musicalidad, por encima de todo y con frecuencia el sarcasmo.

Noté una evolución que Borges no dudó en describir: De los términos rebuscados a una escritura más simple que desarrolla conceptos un poco más interesantes. Me costó leer su poesía por el contenido barroco y a veces difícil de digerir. Sentí que a menudo primaba el ritmo, más que el contenido. Y bueno, creo que como decía el asiático de Rayuela, las personas inteligentes deben pasar por destruir su inteligencia. Quizás eso ocurre con algunas formas de literatura, están en una búsqueda constante de la autodestrucción como el antiteatro.

martes, 6 de junio de 2017

Relato de Guillaume de Lorges - León de Greiff


Url de la imagen: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/fotos/greiff.jpg


Yo, señor, soy acontista.
Mi profesión es hacer disparos al aire.
Todavía no habré descendido la primera nube.
Mas, la delicia está en curvar el arco
y en suponer la flecha donde la clava el ojo.
 
                    Yo, señor, soy acontista.
 
¡Azores y neblíes, gerifaltes, tagres, sacres, alcotanes, halcones
acudid a la voz del acontista!
 
y enderecemos nuestras garras a la conquista
de las nubes, volubles como los corazones...
y —cual los corazones— inmutables.
 
                     Yo, señor, soy acontista.
 
También he sido juglar en los mesones.
Revendedor de bulas.
Tañedor de laúd.
Y tragador de fuego y engullidor de sables.
Y bufón en las ferias.
 
Damas de los castillos a catar diéronme frutos de acendrada virtud:
¡noches de bendición!
 
Otras noches fueron bien miserables.
 
                     Yo, señor, soy acontista.
 
También me he entretenido en cosas serias:
conocí al asno de Buridán
y al propio Buridán, que estuvo en la Tour de Nesle
(alguna vez fui con él,
pero me devolví de la poterna)
y vi ahorcar en Montfauçon
a Messire Enguerrand de Marigny.
Poco en letras leí...
mas sí he bebido buenos vinos, paladeado vianda tierna,
y comido del mejor pan.
 
                    Yo, señor, soy acontista.
 
Mi profesión es hacer disparos al aire.
¿Todavía no habré descendido la primera nube?
También soy jugador de dados
y tengo mis ribetes de asesino.
Presumo haber —en lontana ocasión— hurtádome los vasos sagrados
de ya no sé qué iglesia, abadía o convento.
(Creo que han sido mías varias esposas de Jesús,
cuyos votos de castidad y su amor al esposo divino
fueron plumas al viento
y golondrinas migratorias que soltaron su vuelo desde la Cruz...)
 
¡Azores y neblíes, gerifaltes, tagres, sacres, alfaneques, halcones:
acudid a la voz del acontista!
 
Y enderecemos nuestras garras y nuestros picos a la conquista
de las nubes volubles como los corazones...
y —cual los corazones— siempre iguales.
 
                    Yo, señor, soy acontista.
 
También resulto un poco lento y un mucho largo en las mis relaciones...
Juzgo que hay caso de fantasía en mi rapsodia:
pero ni yo soy Tácito, ni aquestos son Anales…
¡Tampoco he de cantar la palinodia
ni de irrumpir en monótonos trenos!
 
                    Yo, señor, soy acontista.
 
Nada más. Nada menos.
 
Y tengo sueño y tengo sed, señor. ¡Salud! ¡Y abur! señor, ¡abur!Y hasta otra vista.


domingo, 4 de junio de 2017

La Casa de la Mezquita - Kader Abdolah (8/100)

"...Nuestra historia se ha acabado, pero el grajo todavía no ha llegado a su nido..."


URL de la imagen: http://www.tertullian.org/rpearse/mithras/Mithras.jpg

"La Casa de la Mezquita" fue escrito por Kader Abdolah, un escritor de origen iraní con nacionalidad holandesa. Fue publicado, en su primera edición, en 2008. Relata la historia de Aga Yan, el cual vive en una casa cerca a la mezquita. El zoco es el lugar de los mercaderes y la mezquita el escenario de los imanes. Históricamente, ambos espacios han tenido relaciones estrechas. 

Aga Yan es un comerciante de alfombras cuyos terrenos le dan derechos sobre la mezquita. Vive con el imán Alsaberi, Muecín (su hermano) y su familia. La historia se desenvuelve en Irán, diría que a través de tres fuerzas: Una cotidianidad idílica, una cotidianidad caótica y el retorno a la calma. Si bien es cierto, ésas son figuras antiguas (el paraíso, el infierno y el purgatorio), no podía ser mejor contada la historia en medio de las tribulaciones durante la revolución que expulsó al sah del poder, la instauración de un régimen religioso y su posterior derrumbamiento.

Me fue inevitable recordar a García Márquez en la primera parte del libro. Se describía de manera colorida y como si se tratase de algo particular, la vida iraní de la época. Aga Yan es un hombre que asume sus responsabilidades pero no por eso es ciego. Logra notar que Alsaberi es un imán débil, dedicado exclusivamente a los libros de su biblioteca. Ignora que los discursos que se pronuncian invocan a la resistencia a oponerse a un mandatario que es considerado un títere. La esposa del imán es un símbolo eclipsado, Zinat piensa constantemente en el lugar que le gustaría ocupar, en la sombra en la que se ha convertido.

El imán se suicida o enloquece, quién sabe, en la alberca de los peces. Y da paso a un misterioso joven imán suplente llamado Jaljal que se casa con la hija de Aga Yan. Él viene de Qom, recomendado por uno de los religiosos más influyentes. El talante revolucionario del joven religioso es evidente cuando Farah Diba, esposa del Sah, va a la inauguración de uno de los cines del pueblo. Tal como lo presenta el libro, la radio, la televisión y el cine resultaban de poco fiar en una sociedad con profundas raíces islámicas. El imán suplente intenta sublevar a la gente pero Aga Yan anticipa una masacre. Toma el megáfono que usaba el joven y le dice a la gente que el sah había decidido quitar el cine.

Cuando persiguen a Jaljal los agentes del gobierno, Aga Yan lo ayuda a escapar. No sospecha que un tiempo después su hija volvería embarazada y decepcionada del prometedor imán. 

El primera capítulo describe el ambiente religioso, la renuencia de los líderes frente al sah, las libertades individuales del régimen y el florecimiento de movimientos de izquierda.

Jomeini, es uno de los grandes opositores al régimen. Se trata de un imán refugiado que no para de señalar el servilismo frente a Estados Unidos de América. Nostrat, hermano de Aga Yan, persiste en hacer fotos y compartirlas con los periódicos extranjeros. Es así como las cosas se salen de las manos, hasta que un día el sah debe abandonar el país.

Aquí inicia la segunda etapa o la agudización del conflicto. Jomeini vuelve a Irán e impone un régimen religioso y sanguinario. Nombra a Jaljal encargado de hacer la "justicia coránica". Zadit se convierte en una obsesa fundamentalista y desaparece, para luego volverse torturadora de mujeres que no cumplan con las leyes ortodoxas del nuevo régimen. Shabal, el sobrino de Aga Yan, hijo de Muecín, se va a estudiar biología a Teherán pero termina uniéndose a una célula roja de la izquierda. Yawad hijo de Aga Yan, termina por seguir sus pasos. Ambos se dirigen a la "Aldea Roja".

Asham, imán de la mezquita de Seneyán, adicto al opio y a las prostitutas, es juzgado por la justicia coránica. Lo hacen andar en un burro de espaldas. 

Aquí comienzan las escenas que más me duelen porque me hicieron pensar en mi papá. Aga Yan está un poco viejo pero intenta a cómo dé lugar evitar que condenen a Asham, hijo de Alsaberi. Pero en el intento, se cae, rueda con él y lo patean.

Dado que las células rojas tampoco comparten la visión de Estado de Jomeini, éste decide atacar la aldea roja, donde se encontraba Yawad. El hijo de Aga Yan es capturado y juzgado por Jaljal, quien intenta hacerlo reconocer alguna culpa pero ante su renuencia a reconocerse sucio "por ser rojo", lo condena a muerte.

Es entonces cuando comienza la escena más triste del libro. Aga Yan intenta buscar una sepultura digna para su hijo pero ningún aldeano quiere brindársela. Al contrario, han cambiado y se han vuelto hostiles. Lo expulsan con pistoleros y matones a pesar de que el hombre de hierro, por primera vez camina, grita el nombre de uno de sus amigos y llora en medio de la calle.

Es un viejo amigo, quien en medio de la nada aparece en un jeep, toma el cuerpo de su hijo y lo lleva quién sabe a donde.

Un grupo intenta destruir el régimen sanguinario de Jomeini desde adentro. Al punto que un ministro de interior, le dice al ayatolá que tiene una lista de infiltrados. Cuando se reúne con los ministros deja una maleta sobre la mesa y se retira. Estalla una bomba. 

Por otro lado, Irak ataca incesantemente a Irán con armas químicas y ejércitos feroces. Logra controlar ciudades petroleras, en algunos casos recuperadas por los iranís. Pero eso no es suficiente, el régimen de Jomeini se debilita y personajes como Jaljal deben refugiarse en Afganistán. Shabal viaja al país vecino y se encarga de matarlo.

Entonces inicia la tercera etapa del libro. Los aldeanos le piden disculpas a Aga Yan. Éste viaja donde su amigo que recogió el cadáver de su hijo. Él vive en un castillo, alejado del resto del mundo y ha descubierto un yacimiento de agua. Entre las piedras donde sólo vuelan las águilas, hay un lugar en medio de la aridez, lleno de plantas y flores. Le revela a Aga Yan que allí yace Yawad.

Además, su amigo ha contratado a Asham como jornalero. Ambos, hechos que llenan de alegría a Aga Yan. Logra perdonar a quienes le dieron la espalda y se siente feliz de encontrarse con sus familiares antes maltratados.

Al final Shabal, que no es difícil intuir que es el mismo Kader Abdolah, le escribe una carta a Aga Yan desde el exterior. Le cuenta que escribe en otro idioma y que vive frente a un río. Es un mensaje sentido de un escritor que carga al persa ineludible en su alma.

La vida ha querido que en lo que llevo del año, tenga dos nociones de la cultura persa. Lastimosamente vivo en el extremo occidental donde todo se tergiversa en función de metáforas facilistas e imágenes fáciles de digerir. De los afganos e iranís, la única imagen que se me venía a la cabeza eran las torres gemelas derrumbándose y unos barbudos talibanes hablando por la televisión. Ahora pienso en los grajos, en los dátiles, en el té, en los poemas antiguos, en la lengua de los pájaros, en las rosas en la boca, en las mujeres desnudas en los balnearios, en los budistas islámicos rechazados, en los talibanes, en los islámicos radicales pero también en los izquierdistas ateos y en las universidades incendiadas de deseo por una nueva esperanza.

Mi padre se está haciendo viejo y no sé si debería confesar que aún me siento muy débil. Siento que no soy tan fuerte para protegerlo. No paré de pensar en él cuando Aga Yan debía tolerar la crueldad de un mundo que lo pisoteaba ¿por qué los hombres tenemos relaciones tan intensas y difíciles con nuestros padres? ¿Por qué son tan indescifrables?