"Crónicas que Matan" es un libro escrito por la periodista María Jimena Duzán, de quien debo decir, hasta la fecha admiraba su sentido crítico y la percibía como más imparcial que otras en un país donde todas las conciencias parecen tener precio.
No es un libro contemporáneo, acerca de la paz que está forjando Colombia. Tampoco es un libro sobre la injerencia de Estados Unidos en los últimos días, negando visas a congresistas y a magistrados. Trata la época de los años 80 y 90, tan romantizada por Netflix y series como "Escobar".
Entonces, María Jimena parecía estarse iniciando en la reportería. Además del privilegio de hacerlo en una plataforma como El Espectador, lo hizo de la mano de un gigante como Cano, el entonces director del periódico y posterior víctima del narcotráfico. La periodista inicia contando su experiencia con la guerrilla del M19. Es en Nariño donde inicia su viaje y tras contactos secretos, caminos difíciles propios de la topografía nacional y retos, como tener que ocultarse de la guerra en la que voluntariamente se había metido, logra llegar a su objetivo. Allí descubre una cúpula izquierdista desacostumbrada a la dureza de la selva y con ciertos ideales de igualdad social, que secuestraba camiones de leche para repartírselo a los barrios pobres. Más adelante mencionaría como la misma se asociaría con el narcotráfico y cometería errores históricos como la toma del Palacio de Justicia, que no resultó en otra cosa más que en un holocausto.
También describe el atentado que recibiría en su propia casa, el hecho de tener que dormir en los pasillos para evitar ser asesinada, el asesinato del candidato liberal Luis Carlos Galán, la lucha del oficial Maza contra un país cuyas instituciones estaban infiltradas por el narcotráfico, el surgimiento de los grupos paramilitares de la mano de emisarios israelitas y británicos.
Tuve el gusto de asistir a la Feria del Libro de Bogotá e ir a su panel, en el cual insistía en que "el país ha cambiado". Leyendo este duro libro, comprobé que sí. Aunque no tengo esperanzas en el espíritu avivato y pobre de los colombianos, daría la impresión que la realidad mejora lentamente.
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