De niño nunca entendí la obsesión de los adultos por el orden. Mi papá especialmente quería ver la casa con todas la superficies limpias. Sus cajones eran limpios y organizados, y sus camisas nunca tenían manchas amarillas en el cuello. Durante unos años, todos debíamos organizar una parte de la casa, sin importar cuán pequeños fuéramos. Lo odiaba de niño pero ciertamente lo valoro de adulto.
Mi mamá nunca me forzó a hacer nada. Sin embargo, siempre me inculcó que debía aprender las cosas necesarias en la vida para que nunca buscara "a una esposa sólo porque no podía hacerme responsable de mí mismo". En mi colegio las cosas se reforzaron, cuando comenzaron a impartir talleres para enseñarnos a pegar botones, a cocinar, a limpiar nuestros zapatos y a hacernos cargos de nosotros mismos.
En Alemania viví con todo tipo de personas. Un mes con una alemana intransigente a la que todo le molestaba y que no tenía el más mínimo tacto para pedir que mejorara. Un ejército de chicos de Asia que eran tan extremadamente sucios que la bañera tenía manchas cafés. Uno de ellos decía fácilmente que limpiar el apartamento no era su responsabilidad. Después viví con gente de Alemania, de Francia, de China, de Rusia, de India y de Pakistán. Siempre fue un reto pedirles que limpiaran la ducha o que mantuvieran el baño en un estado decente.
En Wiesbaden las cosas no mejoraron, viví con un italiano y una alemana que recién salidos de un psiquiátrico, a duras penas tenían tiempo y dinero para drogarse y quejarse de lo injusta que había sido la vida con ellos. Luego me mudé con un nigeriano, un eritreo y un alemán. Al principio intenté llevar las cosas pero tras notar que básicamente era yo quién remaba por todos, hice lo que un amigo argentino me recomendó: Una lista para bebés. Una lista que detallara punto por punto qué debían hacer y cuándo.
Hace unos años me parecía superficial y agotadora la gente que hablaba del orden de su casa, ahora me pregunto por qué tantos adultos que he conocido son incapaces de tener un entorno limpio. Y eso me parece aterrador porque también habla del abandono infantil, de la negligencia en la crianza y de la percepción machista de que la limpieza es una cosa de mujeres.
Hace casi un año que U. el chico de nigeriano vive en nuestro apartamento. Llegó de Hamburgo tras terminar su maestría para trabajar en una compañía de energía eólica. En el apartamento yo me estaba agotando de sus excusas para no hacer su parte y esta semana nos dijo repentinamente que se iba, que buscaría un reemplazo para su habitación. Y no lo niego, sentí algo de remordimiento y tristeza. A pesar de todo, es un chico de buenos sentimientos y que nunca ha hecho cosas realmente graves.
Al principio intentamos llevarnos y fuimos a un bar latino. Me parecía dulce la manera en la que socializaba y era aceptado. Me hizo pensar en Miguel Ángel, la tortuga ninja que simplemente quería vivir su vida sin preocuparse por nada concreto. Estos días su decisión me hizo pensar si quizás me estaba alemanizando y olvidando mirar la esencia de la gente, en vez de andar cabreado porque mis compañeros de apto son unos cochinos.
No sé bien si es que me estoy volviendo más exigente o simplemente ya no estoy dispuesto a comer tierra cada vez que alguien quiere inclinarse sobre mí.