sábado, 19 de febrero de 2011

El camino sin lucha

"recuerdo que iba en mi carro, de un momento a otro giré y aplasté un pollo"-en ese preciso instante los aproximadamente cien estudiantes que estaban alrededor mío, empezaron a reirse sin parar. Yo por mi parte me sentí indignado, indignado como pocas veces, por el sinismo que esas palabras cargaban.
No me gusta hablar de este tema porque me toca las fibras y si me dicen radical, fundamentalista, religioso o cualquier adjetivo quasi-peyorativo, no me queda más que sentir un gran honor. Si defender la vida de otro ser implica cargar con una etiqueta o un estigma social, creo que no soy la primera persona en aceptarlo.
Quise dejar la carne desde muy temprana edad, mis papás no me lo permitían, no fue hasta que tuve 14 años que decidí alejarme por completo. Una vez recaí, me volví omnivoro de nuevo, resistí sólo tres meses, la culpa que sembraba en mí meterme a la cocina y pensar en que otros seres eran torturados, asesinados, separados, me dejaba en un estado con pocas salidas. Poco a poco me fui dando cuenta que los alcances del maltrato humano eran únicamente posibles en un medio que negaba e invisivilizaba. Si hay un argumento para matar, torturar y maltratar, es precisamente el entendimiento del otro como inferior, inexistente, insensible... sin alma.
El panorama con el que me encontré no era muy favorable, debo decir que no se me persiguió activamente, es más, la sociedad era muy comprensiva con mi punto de vista, sin embargo ¿debía ser yo tolerante con sus formas de vivir (de comer)? Pienso que con el tiempo he llegado a la conclusión de que no se debe, ni se puede permitir el dolor, sólo porque esté de moda. El régimen nazi fue exaltado democráticamente, apoyado y avalado por las mayorías, se cometieron crímenes que son una herida en nuestra memoria colectiva ¿por qué nadie protestaba? ¿Por qué esas protestas no tenían repercusión? Por las mismas razones por las cuales hoy nadie se da cuenta que aunque antigua y tradicional, la costumbre de comer animales causa "dolor", "sufrimiento", "separación" y "desaparición".
Crecí comiendo carve, comiendo productos de soya, almorzando pan en los pueblos, comiendo aire en los matrimonios y en general tolerando a una sociedad profundamente "carnívora". La sorpresa mía sobrevino cuando llegué al medio universitario, donde estos estilos de vida vegetarianos eran profundamente cuestionados, especialmente y para mi sorpresa, por profesionales del medio ambiente, eminencias que saben mucho más que yo, hablan mucho mejor que yo... Y por supuesto... son mucho más ciegos que un niño. He tenido que soportar burlas públicas por defender mi punto de vista... Inclusive ofensas directas, ver cómo se acusa injustamente la mayoría de veces a algunos por el hecho de decir algo que es apenas visibile "este estilo de vida que avala la muerte y el dolor es repugnante y completamente antiparalelo a las utopías de occidente".
¿Cómo no sentir ira hacia mi propia especie? La mayoría de personas con las que toco el tema me salen con argumentos desde lo más básico hasta lo más elaborado, parten de estadísticas y terminan en disertaciones filosóficas tales como ¿cuántas aves son un niño humano? En el fondo sólo me han convencido con mucha más fuerza que el camino por el que me dirijo me place ¿acaso se puede sustentar la matanza? Pueda que me quede callado, inclusive, que no tenga referencias precisas, exactas, ni un sistema de argumentación lo suficentemente desarrollado como para derrocar a los ancianos de su pedestal pero la pregunta aquí es ¿se requiere de argumentos para ser consciente de las consecuencias de comer carne? ¿Es necesario sustentar que siento compasión?¿Necesito leer mucho para entender algo tan básico como que me parece sínico por parte de algunos profesionales "el sustentar su estilo de vida"? Y es que de eso es lo que me he dado cuenta, nos creemos inmutables, tenemos la certeza de que siempre saldrá el sol y de que aquel hombre o aquella mujer en el espejo es la misma. Los razonamientos defendiendo la ingestión de seres sometidos a la tortura no se basan en otra cosa más que en el deseo de preservar una forma de comer. A nadie le gusta que le digan qué hacer y cómo, mucho menos si se trata de una actividad tan íntima como lo es comer. Después de todo, lo que comemos es lo que somos... Por lo menos físicamente y aunque les duela... Esas células con las que hablan para decir "tengo ganas de comerme una vaca" son constituidas precisamente por el animal de sacrificio.
No pretendo convencer al mundo de que la mejor forma de vivir es "no comiendo carne" ni decir que soy mejor o que duermo en paz por el hecho de tener este estilo de vida. Simplemente les tengo un reto a todos aquellos que defienden con premura su alimento (cadáver): diríjanse a un matadero y miren el proceso... Es fácil defender algo que nunca se ha visto, sentido, olido, tocado... un proceso del cuál sólo se conoce el sabor, lo difícil viene cuando los otros sentidos se activan. De ser muy difícil el primero les propongo un segundo: diríjanse a zoonosis... es fácil decir "los animales no tienen derechos" pero es bastante difícil apreciar el proceso de agonía. En caso de ser imposible... De ser demasiado para la conciencia humana, le propongo un tercero, adopte a un perro callejero. Si hay algo poderoso en esta vida... Es la mirada... Los perros tienen unos ojos que a leguas dicen "estoy vivo y siento"... Aquí no se trata de decirle a las personas los motivos por los cuales deben parar... Se trata de sentido común. Quiero volver a citar al profesor... El hombre que a mi parecer, sustentaba su incapacidad argumentativa, su ignorancia en una "risa intelectual": "la naturaleza sí puede y nosotros no, la naturaleza es un asco" lo gracioso del asunto es que es pagado por estudiarla... Ni un sólo grano en su plato es completamente artificial, esa corbata y esa quincena se las debe principalmente a pretender entender la naturaleza.
"la verdad es la geometría del alma, el que miente... Se engaña"

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